Los médicos, enfermeros y demás personal sanitario se han levantado, con paros y protestas, contra unos planes de privatización que son impulsados en las comunidades gobernadas por el Partido Popular, siguiendo el ejemplo del hospital de Alzira (Valencia) y que se pretende continuar también en la Comunidadde Castilla-La Mancha. Hasta la fecha, hay proyectos de privatización para 10 hospitales en ambas regiones, lo que podría representar un negocio de unos 500 millones de euros y el cierre de determinados servicios y prestaciones de escasa rentabilidad económica, no social.
Es por ello que causa cierta perplejidad que, quienes apoyaron unas medidas tan evidentes, se rebelen ahora contra las mismas cuando comienzan a ser ejecutadas, como si desconocieran las intenciones programáticas de a los que confiaron el voto. Se me podrá argüir que probablemente ninguno de los manifestantes son votantes de la derecha y que, si así fuera, se sienten engañados con esas iniciativas privatizadoras. Lo que se descubre, en cualquier caso, es que el ejercicio del voto se realiza por parte de mucha gente sin la ponderación debida de lo que ello supone, máxime en períodos de crisis económica como el que estamos sufriendo, donde cada opción política representa formas distintas para combatirla. Porque no es cierto que ya no existan ideologías, sino que están más camufladas que nunca para evitar su rechazo entre una extensa clase media adormecida y temerosa de cualquier cambio social.
Gracias a estas movilizaciones a favor de lo público, ¿tendremos por fin claro qué modelo de sociedad queremos? ¿O sólo afecta a la sanidad?