El látigo del reloj ha vuelto. Fue anoche. Me pilló desprevenida. Eran las últimas horas de vacaciones previas al día D: el día de vuelta al trabajo y vuelta al cole, y me sorprendíamí misma calculando minutos, calibrando tiempos: para hacer esto, aquello, que estén en la cama a tal hora.
Los Chiquininis han tenido que seguir madrugando durante casi todo el verano, pero a pesar de eso los horarios han sido más relajados (adiosgracias)
Pero desde "ya" se acabó. Todo va ajustadito. Hora de levantarse, hora de salir por la puerta…..y así veinte veces cada día para llegar a la hora de la cena, hora del cuento , hora de apagar la luz.
Y la verdad, después de tres semanas en chanclas y bikini, comiendo helados y vagueando, lo de volver a ponerse el corsé y coger el ritmo a golpe de reloj, se me hace muyyyy cuesta arriba. (Y eso que soy cuadriculada y no sé hasta qué punto podría evitarlo si quisiera). Me agobio sólo de pensarlo. Y Chiquinini también, que me dijo el otro día paseando a la orilla del mar que le iba a costar mucho acostumbrarse a la vuelta al cole:
- Me va a costar años mamá. No muchos…pero sí unos poquitos.
Afortunadamente creo que no va ser para tanto, porque hoy ha estado radiante y contento desde que se ha despertado, sabiendo que volvía al colegio.
Por su parte Chiquinina se ha enfrentado con su primer día de cole de mayores. Esta mañana estaba yo nerviosa por ella, con dolor de barriga y todo. Pero ha ido fenomenal.La he dejado allí tranquila y entretenida, y parece que así ha seguido el resto del tiempo. Espero que mañana, que ya sabrá a lo que va, siga la cosa igual de bien.
Pues ya está hecho. Vuelta al cole y a la rutina. Virus por favor abstenerse.