Vuelve a casa por Navidad

Publicado el 20 diciembre 2015 por María Pilar @pilarmore

Vuelve, a casa vuelve por Navidad y Blacky, el pastor mallorquín, lo recibe con saltos de alegría porque sabe de su pertenencia. La madre emocionada lo abraza y JR cierra los ojos porque siente que la vida tiene ese color que hace realidad los sueños y esa fuerza le da alas para afrontar cualquier reto. Y de la mano de ella, como un niño recorre la casa porque no es una casa cualquiera, vive y late con los que la habitan, desprende olor a calor y sabor a hogar, pertenece al ámbito de su infancia y está entrelazando el mundo de los afectos con los que ha construido sus propios recuerdos. Cálido mundo familiar en el que se discute, se ríe, se canta y se juega. La mesa con su mantel de fiesta ya luce preparada. Y hay presencias que son ausencias como ese sillón del abuelo que tanto le emociona. Cargada de espacios vitales, en Navidad se inunda de personajes...
En la lejanía un molino cansado mueve sus aspas y el río cantarín baja entre musgo por El Cerrillo donde plateados peces brincan en sus aguas, al llegar a la poza se congela entre juncos y son las manos enrojecidas de las lavanderas las que levantan los hielos para hacerse un espacio. Hablan del niño que ha nacido en la choza del tío Elías que fue el único que escuchó las voces de tragedia que se cernían sobre lo pareja que pedía alojamiento. Al volver los pastores del monte escucharon el llanto del bebé aterido de frío, le prepararon una hoguera, sacaron de su zurrón queso y pan y mecieron sus sueños con aciagas historias de vida.
Y hablan de la inmensa estrella que se vio en su pueblo que los sobrecogió y de los tres magos vestidos con ricos brocados que llegaron preguntando por un rey, ̶ ¿rey en este pueblo? ̶
Desde la torre, los ojos del guardián de la fortaleza del gobernador son los únicos que no ven a esos tres sabios que con teas encendidas se acercan en camellos con una comitiva de criados, sus ojos están pendientes de la joven Rosa, la más joven de las lavanderas que allá abajo restriega la ropa arrodillada sobre la fría piedra. Ojos que su timidez torturan desde que en verano la descubriera cuando el mirlo cantaba por las eras. Hoy acoge entre sus manos un pájaro caído del nido que pía desvalido.
De repente la voz de la madre rompe ese instante mágico en el que JR cree estar agarrando las manos de Laura decidido a declararse ̶ ¿Todo va bien hijo?̶ Sí, mamá; tengo que hacer una llamada.
© María Pilar