¿Vuelve a estallar la bomba Donzelli en otra "Declaración de Guerra"?

Publicado el 13 noviembre 2012 por Fimin

Valerie Donzelli, artífice de esa bomba de relojería cargada de insólito buen rollo, nombrada con "Declaración de guerra", cuerpo de nouvelle vague, y corazón de Truffaut, parece que innova modelo con "Main dans la main", nueva y explosiva versión, programada con alcance masivo, que ayer estallaba en la capital italiana insuflando un ¿necesitado? chute de energía al estreno de Marco Müller como director del Festival de Roma. ¿Defectos?. ¿Virtudes?.  Cineuropa nos lo cuenta.

¿De qué va?

La película gira en torno a un concepto simbólico burlesco (una atracción irresistible entre dos personas que son incapaces de separarse físicamente, independientemente de cuál sea su voluntad) y camina sobre el hilo de una comedia ágil, tan llena de fantasía como de sentimientos un tanto melancólicos en relación a los afectos, la atracción magnética, el miedo de romper las cadenas y el temor al abandono.

¿Quién sale?

Armado con una boina roja, Joachim Fox (Jérémie Elkaïm) recorre a toda prisa una carretera de campo en el este de Francia. Joachim trabaja con espejos y vive en el seno de la familia que ha hecho su hermana, Véro (Valérie Donzelli), con quien se prepara para participar en concursos de baile. Encantado por su viaje por trabajo a la ópera Garnier de París, Joachim besa impulsivamente a Hélène Marchal (Valérie Lemercier), directora de la escuela de baile del prestigioso establecimiento. Ya tenemos a nuestros dos personajes inseparables por arte de magia ("es más fuerte que yo"), como si una cuerda invisible los atase, en una dependencia que no les gusta en absoluto por sus diferencias (de edad, de medio social y cultural, de clase y procedencia) pero a la que se verán abocados en perjuicio de la ácida Constance (Béatrice de Staël), la gran amiga (y, sin duda, amante) y confidente de Hélène.

¿Qué ofrece?

Amar, abandonarse, saber quién se es realmente: "Main dans la main" aborda con energía y buen humor la paradoja sentimental en la tradición del cine deudor de François Truffaut con elementos posmodernos (en especial, una soberbia banda sonora). No obstante, al igual que sus personajes, la película difícilmente se libra de las ataduras de su concepto inicial, y a pesar que su gran inventiva formal compensa los altibajos de guión, no consigue hacernos olvidar que un brillante embalaje no puede sustituir a un fondo de peso sin el riesgo de caer en la afectación.