Puestos a hacer cábalas, tampoco se puede descartar la posibilidad de algún acuerdo técnico o económico entre la compañía italiana concesionaria de las autorizaciones marroquíes y Repsol para explotar los recursos de una zona en la que desde hace años se busca petróleo y gas, aunque sin resultados conocidos por ahora. También piensa el Gobierno canario recurrir a la Unión Europea, pero esa instancia es también poco susceptible de que actúe para detener los sondeos marroquíes. Marruecos es un socio incómodo para Bruselas y los países comunitarios tienen demasiados intereses de todo tipo en la zona – pesqueros, agrícolas y de seguridad – como para molestarse demasiado por unos sondeos petrolíferos de más o de menos. Así que el panorama se presenta tan oscuro como el petróleo y, además, ni siquiera cabe aquí la posibilidad de una intervención directa de Canarias ante Marruecos, país en el que, por otro lado, también hay importantes intereses de empresas de las islas.
No quiero parecer adivino ni derrotista pero es muy poca mi confianza en que las gestiones canarias o las protestas ciudadanas consigan desviar un milímetro a Marruecos de sus planes. La posibilidad de convertir la zona en una especie de santuario medioambiental o la de financiar con dinero europeo las energías limpias en ese país a cambio de que abandone sus planes petroleros, no parecen opciones muy esperanzadoras. Tampoco parece que tenga mucho recorrido la posibilidad de que la Comisión Europea inste al estado italiano a intervenir para que la empresa de la que es partícipe renuncie a sus planes en Marruecos o los cambie. Por todo ello, tal vez haríamos mejor en empezar a pensar cómo podrían las islas sacar provecho de un posible hallazgo de hidrocarburos en la zona aunque, en ningún caso, esa posibilidad compensaría un hipotético desastre medioambiental. Eso y cruzar los dedos para que no suceda lo que en absoluto es imposible que suceda. No veo más alternativas.