Por eso me sigue llamando mucho la atención que a veces se promueva ser una persona “fuerte” entendiendo esto como que no se muestren las emociones.
Hace unas semanas reflexioné acerca de esto en un vídeo de Instagram, pero me gustaría desarrollarlo un poco más por aquí.
1. La falsa idea de lo que es ser fuerte.
Estoy segura de que muchas de las personas que leen esto han oído de pequeños eso de “no llores”. Hemos crecido en una cultura que no nos dejaba expresar nuestras emociones (con lo normal que es sentir dolor o frustrarse) e incluso, sin darnos cuenta, hemos repetido dichos de ese tipo cuando hemos estado educando nosotros (a hijos, hijas, u otros familiares en edad infantil)
Y esa es la base de que creamos que ser fuerte implica aguantar tus emociones, cuando en realidad no es así. Pero este es uno delos factores, no el único.
2. La presión porque seamos “super(wo)man”.
Además, ya en el mundo adulto, la presión por conseguir muchísimos objetivos e ir por la vida con muchísimo éxito, es también muy habitual.
Las redes sociales, mostrando solo la parte bonita de la vida de muchas personas tampoco ayuda a normalizar que las personas no siempre estamos bien y no pasa nada.
3. Trabajar la vulnerabilidad (y normalizarla).
Estoy leyendo un libro precioso llamado “El poder de la vulnerabilidad”. Quiero dedicarle un post completo porque merece la pena, pero te dejo una reflexión que me ha encantado:
"Hay que ser muy fuerte para mostrarse vulnerable, las conversaciones sobre la vulnerabilidad y la vergüenza pueden cambiar el mundo. (...).
"La vulnerabilidad se basa en reciprocidad. Es compartir nuestros sentimientos y experiencias con personas que se han ganado el derecho a escucharlas".
No debemos olvidar que la base de nuestra evolución han sido los cuidados, la ternura y que las emociones tienen un papel fundamental en nuestra supervivencia como especie. Expresarlas nunca está mal.
Esconderlas o negarlas es lo que resulta tóxico.