Año: 2015
Editorial: Evohé
Género: Relatos
Coordinadora: Marina Lomar
Valoración: Está bien
La entrada de hoy está dedicada a una nueva colección de relatos, Niebla y sangre, la sexta en esta web en lo que va de año. Sin duda, para cualquier autor la facilidad de escribir una historia de unas pocas páginas lo convierte en un género al que recurrir en épocas demasiado exigentes. Y también, no lo olvidemos, a las editoriales les interesa este formato, ya que los relatos están asociados (en mi opinión, erróneamente) con lectura rápida y simplicidad (lo que significa ventas). Y si la colección de relatos aglutina a varios autores (lo que significa mayor número de vías de promoción, ergo más ventas), miel sobre hojuelas. La colección de hoy reúne 19 escritores con sus respectivos relatos.
El nexo en común de estas obras es, además de la reducida extensión, la introducción entre sus páginas, con mayor o menor protagonismo, de los conceptos de niebla y sangre. Esta condición nos arroja unos trabajos con una marcada tendencia al género negro, el terror y el tenebrismo en general, aunque también hay lugar para el romanticismo, la fantasía o incluso el humor.
Después de haber terminado el libro, tengo sentimientos encontrados con respecto a la dirección de esta antología. Si bien el nivel general de los relatos (salvo un par de ellos) es bastante elevado, algo que denota buen gusto y exigencia, creo que el número de los mismos es demasiado alto. Demasiado cambio de autor, de voces, de estilos, incluso de géneros, dificulta la lectura y la alarga injustificadamente. Entiendo que la editorial quiera vender muchos libros y que le interese que estos tengan el mayor número de páginas posible, pero, de verdad, 19 relatos de 19 autores distintos es pasarse. Si hubiera habido un sistema de corte más voraz y hubieran sobrevivido los 11 títulos más sobresalientes (de los cuales voy a hablar en unas líneas) estaríamos hablando de una obra más cerrada, compacta y de mayor calidad. Tendría la mitad de extensión y, posiblemente, de ventas, sí, pero se trataría de una antología más seria y más susceptible de ser tenida en cuenta.
Dicho lo cual, voy a dar un par de puntadas sobre los relatos que, bajo mi punto de vista, merecen ser destacados.
Pese a que me pareció de gran valor y disfruté mucho Te duermes a mi lado, de Pilar Verdú, todavía no consigo entender qué hace un poema en una colección como esta. En La niebla que todo lo cala, de Raúl Borrás, nos encontramos con el que probablemente sea el mejor uso de los conceptos “niebla” y “sangre” de toda la obra. Con El último confín, de Alejandro Gadea Luna, realizamos un convincente viaje a las leyendas marinas de la antigüedad. Te esperaré, de Alejandro Mohorte, da una nueva vuelta de tuerca en el tema del vampirismo transilvano más clásico, pero su impecable estilo le hace florecer donde muchos fracasan. En A las 4 y 35, Eva María Marcos penetra con maestría en los recovecos del subconsciente y juega a placer con el lector. Con Capitanes intrépidos, de Enrique Huertas, volvemos al mar, en una mezcla de fantasía y piratas que tal vez no sea lo más original del mundo, pero la historia tiene punch de sobra.
Besos y luz, de Miguel Ángel Buj utiliza con suma habilidad la metanarración para “burlarse” de la condición indispensable de la antología (introducir las palabras “niebla” y “sangre”) y componer un relato redondo y divertido. En La exfumadora, Raquel Schleich consigue engañar al lector con un “juego de trilero narrativo” bastante convincente. Con El relato perfecto, de Javier Rodrigo Ibarra continuamos en el buen camino marcado por el relato anterior. Y llegamos a la, en mi opinión, obra cumbre de la colección: Más allá de la niebla, de Juan Miguel Aguilera. Se trata de una historia imposible de viajes al pasado, contada con un sentido del humor maravilloso y con un control del tempo sensacional. Muy grande. Retrato, de Mila Villanueva es una historia profunda, que tiene la capacidad de remover sentimientos como quien se atusa el pelo; una novela de mil páginas llevada con gran sentido y talento a un formato reducido. Finalmente, La muerte del camposanto, de Vicente Marco, una de vaqueros bien planteada y mejor ejecutada.
Y hasta aquí mi análisis de esta antología, Niebla y sangre, obra que he disfrutado pese a haber estado a punto de naufragar entre tanto cambio de relato. Está bien.
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