Mostrando en toda su extensión (y crudeza) el significado de la expresión “capitalismo despiadado” - o, en una palabra, AVARICIA, algo que nos creímos, y todavía hay quien cree (nada criticable, por otra parte) que dicha “avaricia es buena”- Oliver Stone retrató de forma impecable (salvo quizás por su moralizante discurso final, qué duda cabe) los tejemanejes de una sociedad norteamericana, la de finales de los 80, dominada por los yuppies (los hijos de los hippies), ejemplificada en un joven, ambicioso y despiadado bróker (Charlie Sheen) dispuesto a hacer lo que sea con tal de trabajar con un no menos despiadado (un cabronazo sin escrúpulo alguno) amo de las finanzas de la zona de Wall street, representado por un Michael Douglas en uno de sus papeles (Gordon Dekko) más emblemáticos. También aparecen Daryl Hannah (en el “papel” de su vida, simplemente “la zorrita”) y Martin Sheen, interpretando al padre (real y en la película) de Charlie, un actor cuyo mayor logro interpretativo lo logró en otro de los films emblema de los 70 como fue Apocalypse now (Francis Ford Coppola, 1979. Curioso que él y su hijo Charlie fueran los protagonistas de seguramente los filmes llamémosle bélicos, debido a su temática, de los 70 y 80, como son el ya citado This is the end de Coppola y Platoon, un año antes del estreno de Wall street y también del propio Stone, un realizador que aquí, además, dio personalmente en el clavo de lleno con uno de las cintas marca de los 80 (en cuanto a calidad y en cuanto a lo que representaba la época), alejado del género por excelencia que suscitó cierto culto y hasta admiración durante la década, como fue el de acción (pronto una antología de dichos filmes en este blog, dentro de una trilogía de entradas sobre el cine de acción que sigo preparando).A menudo apodado “la conciencia de América”, apabullante en la sala de montaje y en repetidas ocasiones mareante con la cámara, Oliver Stone pasa por ser un cineasta polémico y políticamente bastante incorrecto, con lo bueno que eso trae: sus inicios, en el guión antes que en la dirección, incluyendo El expreso de medianoche (Midnight express, Alan Parker, 1978), Conan el bárbaro (Conan. The barbarían, John Milius, 1982) o El precio del poder (Scarface, Brian de Palma, 1983), aquella hiperviolenta revisitación del clásico de la gangster eraHampa dorada (Little Caesar, Howard Hawks, 1932) y que, curiosamente, junto con Wall street, pasan por ser quizás las dos cintas ochenteras que mejor definen el survival of the fittest que define al capitalismo en su estado más atroz y cruel. Ya tras las cámaras, destaca la monumental JFK (1991), personalmente su trabajo más logrado, trabajoso y de mejor acabado, así como, en menor medida, la oscarizada Platoon (1986, y un film que, méritos cinematográficos aparte, que los tiene aunque tampoco es la panacea, destaca por su preciosa banda sonora), ésta Wall street o las magníficas Nacido el 4 de julio (Born on the 4th of July, 1989) y Un domingo cualquiera (Any given Sunday, 2000). Pero Stone, obviamente, también resulta controvertido en lo malo: aún no sé qué coño era Asesinos natos (Natural born killers, 1994) y Nixon (1995) no estaba mal pero era un trabajo para el público norteamericano- su interés escasea si no lo eres- o directamente películas malas como Alejandro Magno (Alexander, 2004) o la propia secuela del film de este artículo, El dinero nunca duerme (Money never sleeps, 2010)-. Finalmente y entremedias quedan varios films flojillos aunque con cierto interés- El cielo y la tierra (Heaven and Earth, 1993)- o que simplemente pasan por entretenidos – Salvajes (Savages, 2011), Giro al infierno(U-turn, 1997) o World trade center (2006).Quizás hoy en día Wall street venga precedida por la mala fama de los 80 en lo que se refiere a méritos cinematográficos, en una década en la que escasearon los productos de verdadera y genuina calidad, al menos dentro del cine norteamericano, resultando en una visión muy ácida de aquello de “todo lo que sube tiene que bajar”, logrando un resultado bastante plausible pese a lo evidente de su desarrollo y su, ya mentado, final con moralina, una moralina que, en comparación con otros filmes, personalmente no creo que haga perder fuelle al conjunto, sino que da un tono mucho más realista.Puede resultar de un cierto mal gusto su visionado hoy en día, con tanto parado y tan poco dinero, ya que Stone elaboró, y poniendo el dedo en la llaga, una despiadada radiografía del culto al mundo de las altas finanzas, consiguiendo un trabajo que responde al espectador (joven, claro está) qué es lo que quiere ser de mayor, con un Gordon Dekko que describía perfectamente el sentimiento del americano medio durante la era Reagan: el mejor es el que más tiene. Vendería a quien tuviera que vender (sí, incluida su madre) para ganar más dinero y que se la acaba jugando a los personajes de Charlie Sheen y su padre, pero que pagará justo por pecador, mostrando así, por parte de Stone, el cuestionamiento de una sociedad que valora, casi únicamente, el beneficio económico, sin importar a quién se deje en el camino.Así, puede verse, (y de hecho, se ve) como un ataque radical y feroz a la mentalidad y a la ultracompetitividad capitalista donde la ética y la moralidad resultan irrelevantes, cuestionando lo que, precisamente, está pasando ahora mismo: el pez gordo (Gekko) se come a los pequeños, y son los big shotscomo Gekko los que en tiempos de recesión siguen ganando (mucho) dinero, muchas veces con prácticas inmorales e ilegales (como el propio Gekko). La excusa que pone Gekko a lo que hace son frases como “a nadie le hace daño”, “todo el mundo lo hace” o “todos se llevan su parte”.Con una estructura simple y tradicional, el chico joven y hambriento está impresionado por el hombre maduro y súper exitoso, el cual le acaba seduciendo, para acabar siendo traicionado e intentar poner las cosas en su sitio. Pocos personajes han sido tan fríos y con menos escrúpulos como la creación, por parte de Douglas, de un Gordon Gekko que le valió un merecido Oscar a Douglas. Por el contrario, Charlie Sheen no resulta nada convincente (ni aquí ni nunca. Su padre es bastante mejor actor) y Daryl Hannah se limita a ser el anzuelo de Gekko para engatusar a Bud Fox (Sheen Jr), de modo que Douglas se merienda a todos, incluida la película.Otro de los grandes aciertos de Stone es quizás la síntesis que hace de todo el entramado de tecnicismos que supone el motor de la cinta y que es el juego en la bolsa, algo no conocido por todo el mundo, evidentemente. Todo eso lo consigue de forma efectista y resulta fácil para cualquier tipo de espectador el seguir la trama sin dificultad. O sea, antepone el drama y los diálogos a la jerga del business, lo cual es de agradecer enormemente.Con un lugar prominente en la historia, Wall street queda finalmente como un despiadado retrato de la ambición y de la máxima protestante de que con el trabajo duro llega el éxito, hasta convertir la célebre frase de “la avaricia es buena” en icono bursátil y de los negocios durante años.