Disney y Dreamworks, que repite temática, se adentran en el cine histórico, apelando a la épica, para acercarse a las favoritas en su carrera, nunca mejor dicho, por los Óscars. Sin embargo, tendrá que enfrentarse a huesos duros de roer como The artist, Moneyball, Los descendientes y La invención de Hugo, que nos parecen cintas de mayor calidad y consistencia en su guión que la película en cuestión. De todas formas, el largometraje es un producto altamente recomendable tanto para jóvenes como para niños por los valores que destila y por la elegancia que, en este caso, imprime Steven Spielberg.
La técnica narrativa del realizador, varias veces repetidas en la historia del séptimo arte, consiste en entrelazar una serie de historias, utilizando como hilo conductor un purasangre. En definitiva, se trata de un caballo, adiestrado por un chaval luchador, cuyo padre acabará vendiéndolo porque piensa que es el modo más adecuado para sacar a su familia adelante y, por esta razón, este entrañable animal irá pasando de mano en mano durante el periodo transcurrido entre el inicio y el final de la Primera Guerra Mundial.
Steven Spielberg se sirve de la fórmula, que le hizo triunfar con Hermanos de sangre, en la que los soldados aparcaban sus diferencias, dando muestras de nobleza, cuando entraban en combate y donde las batallas eran espectaculares, lo que queda claro que eran más sangrientas que esta producción familiar, donde hasta las voces de doblaje de la película recuerdan a los personajes de la compañía Easy. Además, el libreto de Caballo de batalla es inferior que el de la serie. También, como no podía ser de otra manera, el rey Midas del cine recurre a actores desconocidos que tan bien le ha funcionado como es el caso del protagonista, Jeremy Irving, que se convertirá en una estrella como le ocurrió a Richard Dreyfuss en Tiburón o a Christian Bale en El Imperio del sol. Por último, la banda sonora de John Williams es cautivadora y enfatiza muchas de las escenas.
Por otra parte, la película, sin ser una maravilla, cumple el propósito de entretener. No obstante, nos ofrece la maravillosa escena del caballo atrapado en tierra de nadie y en la que confraternizan militares de bandos opuestos, a los que les une más de los que les separa, donde no se olvida el lado trascendente del ser humano que se agarra a sus creencias en momentos críticos. Y es que esta secuencia está más o menos basada en hechos reales tal y como lo expresaron los directores Christian Carion con Feliz Navidad (2005) o el gran Jean Renoir y su célebre La gran ilusión (1937), aunque desde ópticas distintas.
Finalmente, War Horse (2011) es una historia de amistad entre un caballo y su dueño, sustentado con los mimbres del cine clásico en la que la reconciliación tiene la última palabra. La cinta muestra como a través del esfuerzo se puede conseguir lo que uno se proponga en la vida. Cambiando de tema, refleja, sin regodearse en la violencia, la dureza de la guerra, pero destacando el heroísmo de muchos soldados que dieron la vida por la patria.
Como dato curioso, el cineasta ha adaptado la novela juvenil de Michael Morpurgo, que intentó homenajear a los caballos, que dieron su vida en la Gran Guerra.