Director: James Gray
Tercer filme de cinco que ha dirigido hasta el momento James Gray, lo que quiere decir que ya voy por la mitad exacta de esta retrospectiva. Gray hizo 'We own the night' siete años después de 'The Yards', que a su vez se estrenó seis años después de 'Little Odessa'. Conclusión: Gray se demora bastante en hacer sus filmes, aunque eso queda un poco desacreditado si consideramos que 'Two Lovers', su cuarto filme, salió el 2008. No obstante, luego le tomó cinco años para que 'The Immigrant', su último trabajo hasta la fecha, saliera a la luz. Pero mejor no adelantarse, volvamos a 'Dueños de la noche', filme estrenado en Cannes que, para mi consternación, fue abucheado a pesar de ser tan bueno. Leí algunos de los 'piropos' que le lanzaron, pero mejor dejarlos en la oscuridad, porque francamente no entiendo dichos abucheos: la presente película me parece espectacular y un nuevo ejemplo del talento de Gray, esta vez tan intenso que en ocasiones no podía respirar.
Bobby Green -Joaquin Phoenix- es el gerente de un importante y conocido club nocturno, 'El Caribe', cuyo dueño planea expandir la fiesta a otros lugares de la ciudad de New York. Bobby está limpio, pero eso no quita que en su local puedan suceder actividades ilegales a sus espaldas. En cualquier caso, Bobby rompió la tradición familiar al no ser policía al igual que su padre -Robert Duvall- y hermano -Mark Wahlberg-, quienes le quieren echar un ojo al club que maneja Bobby por si las moscas. Y las cosas, repentinamente, comienzan a salir mal, terriblemente mal.
Pero qué gran nombre para una película es 'We own the night'. En wikipedia dice que dicha frase era el lema de un cuerpo de policía que, tristemente, fue disuelto en los ochenta. Luego de la disolución de los dueños de la noche, ya nadie sabe quién es el nuevo. Cualquiera puede hacer cualquier cosa.
Con 'We own the night' Gray cierra definitivamente lo que es una especie de trilogía informal que trata sobre familias -o 'la familia'- que luchan por no desintegrarse, y que además están rodeadas de la implacable fuerza criminal. En este caso, Gray nos narra las dificultades de una familia que ya parece estar un tanto desintegrada, con dos polos opuestos conformados por un padre e hijo policías y otro hijo alejado -en todos los sentido- de ellos, pero que debido a los hechos que acontecen tienen la oportunidad de reparar el daño causado entre ellos, emocionalmente hablando. Con la historia de esta familia no deja de haber también una lucha bastante clara entre la policía y el crimen. Quizás por eso algunos la han tildado de moralista, y aunque tenga bastante de policías versus criminales yo me dejo llevar más por el lado familiar de todo el asunto. Bobby, el protagonista, no actúa por consideraciones de crimen/no crimen, actúa por el afecto que le tiene a su familia. Es una cosa de elegir personas más que códigos morales que siempre vienen al unirte a la policía o a una mafia o pandilla. Entran en juego, pero no es lo primordial, porque no hay que olvidar que Gray lo que narra en esta trilogía informal son historias de familia, no de crimen per se.
Ahora que lo pienso más, no deja de darme vuelta en la cabeza que a lo largo de sus tres primeros filmes hay un arco que se va desarrollando de maneras distintas y que terminan de maneras distintas, cada filme con un grado diferente de devastación. En esta tercera etapa, Gray me parece que está mucho menos pesimista y desencantado que antes, y quizás sea porque parece tener menos elementos biográficos que antes, pues si comparamos la construcción dramática de sus tres cintas, saltan a la vista notorias diferencias en los hechos cruciales. No digo que en el filme de hoy pasen menos cosas impactantes, pero no hay un mundo podrido ni repugnante donde lo peor de las personas aflora; vemos violencia, vemos miedo, vemos dolor, pero vemos cómo lo mejor de las personas -no todas las involucradas, pero mucho más que antes- es el principal motor impulsor, lo que los lleva hasta el final. Es un cambio; un cambio que se nota, un cambio que quizás haya molestado considerando lo crítico -no me parece ver una crítica social en esta cinta- que Gray fue en sus dos cintas previas, pero es un cambio que es el eje central del relato, y para mi funciona fenomenal: estamos ante un relato excelentemente hilado y construido, con momentos de gran impacto y alta intensidad.
Probablemente a Gray le cueste conseguir financiamiento y por eso se demora bastante en hacer películas. Por desgracia, 'The Yards' fue un fracaso económico que costó 25 millones de dólares y que al parecer no recaudó ni siquiera un millón. Es difícil sobreponerse a eso así de rápido. Afortunadamente, 'We own the night' sí logró recuperar el dinero invertido y más. Me imagino que habrá tenido más presupuesto, y me pregunto por qué me imagino eso, pues es claro que tuvo más presupuesto: tuvo que ambientar la acción en los ochenta, además de pagarle al reputado reparto. No sé realmente a pito de qué salió todo esto, estoy convencido de que iba a alguna parte; al menos puedo concluir en que a Gray hay que tenerle confianza pues domina a la perfección su propio lenguaje, lo cual no se puede decir de otras películas de mayor éxito.
En fin, la puesta en escena de Gray en esta ocasión es bastante más estilizada que antes, pero no es de sorprender, puesto que desde su opera prima se puede trazar una línea ascendente de depuración estética-narrativa. Al ser una trilogía informal, la construcción audiovisual resulta similar en cada filme, y por lo tanto también lo que tenga que escribir al respecto. Para no caer demasiado en afirmaciones repetidas, me voy a limitar a decir nada más unas cuantas cosas: (i) nuevamente hay, por decirlo simple, dos clases de momentos: los familiares-íntimos y los de acción. Cada momento presenta su propia intensidad que en cualquiera de los dos casos resulta sobrecogedora. Tengo que decir que como en esta película no hay una madre, los momentos familiares no tienen tanto calor y afecto como antes -Gray es especialista en hacer madres amorosas que encantan con su sola presencia-, pero resultan efectivos porque igualmente tienen una potente dinámica familiar. Pero, confieso, las grandes estrellas del filme -con permiso de Phoenix y Duvall- son las secuencias de acción que, quizás debido al mayor presupuesto, son más 'grandilocuentes': persecuciones, redadas, tiroteos, todos ellos son terriblemente asfixiantes, tienen una atmósfera de peligro tan intensa que parecía ser demasiado para mi -la persecución me tenía tiritando y mordiendo las uñas, maldición-. En resumen, Gray es un gran constructor de atmósferas, secuencias y momentos. (ii) La elegancia estética no se va; al contrario, se une a la perfección con los dulces y deliciosos estallidos de violencia -con sus caras ahuecadas y demás, exquisito-. Y no olvidemos la primera escena donde Phoenix y Eva Mendes se hacen cariños y se dan besitos bajo el Heart of Glass de Blondie -que viene después de varias fotos de archivo de donde saqué la que adorna esta entrada-. De todas formas me quedo, o con la redada o con la persecución. Sensacionales y agobiantes ¿Qué más podría pedir?
Probablemente los estallidos de violencia resulten ser más intensos, poderosos y asfixiantes porque se alternan hábilmente con los de mayor quietud y tranquilidad -aunque de cierto momento en adelante de tranquilidad nada-. Típico relato que me gusta: pausado pero seguro, creando el peligro de manera sugerente, y de repente ¡BAM!, violencia por doquier para luego volver a una tensa quietud.
La película no le queda grande a ningún actor. Aunque claramente los mejores son Phoenix y Duvall -en ese orden-, Wahlberg y Eva Mendes dan notables actuaciones ¿Ya dije que Gray es un gran director de actores? Lo reafirmo -igual ayuda el enorme talento interpretativo de Phoenix y Duvall-.
No quería dejar de lado el hecho de que Gray es todo un autor, ya que a cada filme suyo le da una mirada, única y particular, que desarrolla a través de su gran lenguaje cinematográfico. Además, lo que hace que sus filmes sean más únicos son los detalles que le dan un toque personal: el barrio en el que se desarrolla -en el que vivió cuando joven-, el hecho de que cada protagonista suyo sea de familia judía -como él mismo-, las relaciones intra-familiares complejas, etc. Todo esto hace que el cine de Gray sea tan único como el de Hal Hartley, Ingmar Bergman, Nuri Bilge Ceylan, Rainer Werner Fassbinder, Roman Polanski, Paul Thomas Anderson, entre otros muchos grandes genios del cine que desarrollan todo un mundo personal en sus películas que, a veces a más a veces a menos, logran provocar grandes sentimientos.
Para ir terminando, debo confesar que el final-final no me parece tan potente como el resto de la película -o como los finales de sus cintas anteriores-, pero igualmente es un cierre apropiado y efectivo para una historia como esta. Estamos ante un final entre miembros de la familia, donde el momento en que nos vamos a negro es aquel donde la emoción interna de los personajes está a tope, aunque por fuera no lo demuestren efusivamente. A eso le llamo elegancia; instantes sugerentes que dicen bastante sin tener que demostrarlo con dibujos. Para explicar un poco eso de que el final no sea tan potente como el resto de la película, básicamente es porque luego de tanta intensidad y momentos sorpresivos e impactantes, desde determinado punto las cosas se vuelven un pelín previsibles y disminuyen un poco la intensidad dramática, lo cual no quita que la construcción siga siendo fantástica. Pero de que es una película excelentemente lograda y resuelta, lo es.
Y así con 'We own the night'. Me encantó y me tuvo de los nervios. Ya llevo tres de cinco, así que ya puedo decir -con voz de relator hípico- que entro en tierra derecha. Queda poco para el fin de esta pequeña retrospectiva de este tremendo autor. Y aunque parezca ser el filme menos personal y más sencillo -en cuanto a fondo, contenido, etc.-, se disfruta tanto como sus dos cintas previas porque, si no ha quedado claro, Gray es un gran director. Recomendable muy.
Tornado de capturas