Hay cosas en las que estoy de acuerdo con el Sr. ministro y otras con las que no. Por ejemplo, que explique sus propias palabras. Cuando un político debe hacer aclaraciones admite implícitamente que, o bien los términos utilizados tenían un doble sentido, o bien que, directamente, había cometido un error. Leí, en otros foros, que el Sr. Wert había inventado un neologismo, a guisa de la Sra. Aído, experta en el uso del lenguaje cuando se refirió a las “miembras” en ese ejercicio de progresismo militante de las arengas con ciudadanos y ciudadanas, alumnos y alumnas. No. El ministro utilizó un término incluido en el diccionario de la academia y que debería haber sentado estupendamente a los catalanes. La aberración de un sistema educativo que permite aprender a los chiquillos conceptos como que el río Ebro nace en el extranjero, está haciendo un daño irreparable a las generaciones venideras, y a puesto a nuestros alumnos en la cola europea de la preparación. Educar a los niños en una lengua minoritaria en detrimento de la que hablan cientos de millones de personas en el planeta, supone un atraso irrecuperable para muchos jóvenes catalanes, del mismo modo que impide a esta comunidad la integración de profesionales punteros que prefieren no tener que aprender obligatoriamente el catalán. Efectivamente, bajo el eufemismo “inmersión lingüística” existe una imposición de la lengua catalana en todos los ámbitos sociales, hasta el punto de sancionar administrativamente a quien rotule en español su negocio. ¿Puede darse una aberración mayor?. ¿Multar por rotular en la lengua oficial del Estado?. El nacionalismo aldeanista y excluyente no busca la diferenciación de una idiosincrasia propia, sino simplemente, no sentirse español, dándose la paradoja de defender más qué es lo que no quieren ser que aquello que son. Españolizar a las generaciones futuras supone salvar a Cataluña de su propia autodestrucción.