Ya os había dicho que tenía ganas de leer este libro, me gusta como escribe Stella Gibbson y sus historias siempre me resultan muy agradables y me hacen pasar buenos ratos.
Tuve suerte (últimamente tengo mucha) y mi amigo librero, el mismo que me regaló por mi cumpleaños El libro de la señorita Buncle, llegó este verano a merendar una tarde con Westwood debajo del brazo.
En agosto me despedí de vosotros por unos días porque pensaba que los blogs necesitaban un descanso y justo fue en ese momento, tranquila, sin atascos de lecturas y con un solo libro al retortero, cuando aproveché para sumergirme en esta historia tan típicamente inglesa.
Margaret Streggles es una joven profesora muy aficionada a las ensoñaciones que ha conseguido un buen trabajo en Londres y se muda allí con sus padres. Romántica y con grandes aspiraciones culturales, no tiene muy claro si la idea de encontrar un buen hombre y casarse le atrae demasiado, algo que exaspera a su madre y hace que ella se sienta fea y rara.
Una noche encuentra una cartilla de racionamiento perdida y cuando va a devolverla se encuentra con una sorpresa y con la posibilidad de dar a su vida un giro y frecuentar ambientes muy parecidos a los que ella ha soñado siempre.
Si me preguntaran qué pasa en esta novela tendría que decir que pasar, pasar, no pasa mucho, la vida, para varias familias, durante la 2ª Guerra Mundial. Y de hecho, una vida bastante rutinaria, para cada uno a su manera, menos para Margaret que trata de encontrar su lugar en el mundo. Pero es que estamos ante una historia en la que no es necesario que pasen grandes cosas, Stella Gibsson es de esas escritoras que sabe cómo hacer que algo aparentemente sencillo y aburrido se llene de color y que el lector disfrute con el simple hecho de “escuchar” lo que ella quiere contarnos. Londres en otoño, las fiestas de los artistas, un paseo con niños pequeños o la vuelta a casa en metro, se llenan de matices y hacen que nos deslicemos por las palabras, pasando de una a otra y disfrutando de todas ellas.
Esta ha sido una lectura tranquila y reposada, muy, muy agradable y para mí relativamente sorprendente. Me resulta llamativo que, los libros que se ambientan en tiempos de guerra suelen resultar brutales y tristes. No ocurre esto aquí, no sé si es la flema de los ingleses o que el ser humano se acostumbra a todo pero los bombardeos, las partidas a la guerra de hermanos y novios o los derrumbes de casa por culpa de las bombas aparecen en el libro como un elemento más, tan normal como tomar el té. La guerra está ahí pero nuestros protagonista no dejan que eso frene noi cambie sus vidas, ni siquiera el racionamiento parece afectarles, con lo que hay se come y si hay alguna celebración, algo se apañará.
Por otro lado da la sensación de que los personajes no cuentan, realmente, con el cariño de la autora que se ríe de todos en una crítica elegante a la sociedad de ese momento. Los artistas aparecen como personajes egoístas y vacíos, sus mujeres son tremendamente frívolas, Margaret, nuestra protagonista, actúa como una niña tonta y deslumbrada en múltiples ocasiones cuando la causa de ese deslumbramiento no merece, en absoluto, el respeto y admiración que ella profesa. Es insegura y no se da cuenta de lo que vale, el hecho de no ser de esas a las que los chicos miran y sacan a pasear le hace sentir poco cosa y de ahí que le cueste, continuamente, darse el lugar que le corresponde.
Por suerte, a lo largo del libro la veremos evolucionar y cambiar y desde luego, nosotros sí sentimos cariño por ella y deseamos que se dé cuenta de que la vida no se queda vacía sin un marido al que cuidar.
Los personajes secundarios son los encargados de poner toques de humor y de representar los múltiples tipos que se podían ver en las calles de las grandes ciudades en aquella época dándole a la novela un aire coral que la hace, si cabe, más variada y ligera.
Personalmente he disfrutado mucho leyendo Westwood y desde luego, la recomiendo y os animo, si aún no lo habéis hecho, a conocer a esta autora que supo reírse de su tiempo con todo y a pesar de todo y que se atrevió a romper cánones y a decir lo que pensaba sin cortarse ni un poquito.