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La contradicción entre el aumento de personas sin hogar digno y la también creciente cantidad de edificios en construcción con escasas chances de ser terminados y vendidos/alquilados se revela como inquietud central del director Matteo Di Calisto y su co-guionista Giulia Agostini. La ausencia del Estado, incapaz o sin voluntad de resolver este conflicto; las diversas estrategias de resistencia por parte de los sin-techo; las manifestaciones callejeras que las nuevas generaciones organizan a favor de un necesario cambio de rumbo conforman los otros ejes temáticos del documental que dura una hora exacta.
Los casos de Lucio, Ahmed y Manuela corresponden a la versión más actual de un problema de larga data, como bien sugiere el testimonio del cuatro entrevistado: un homeless que vive debajo de un puente hace más de quince años. La afluencia migratoria proveniente de países periféricos como Perú, Afganistán, Rumania (si tenemos en mente a la familia que aparece al principio del film) y la precarización de parte de la población italiana- sobre todo de los jóvenes- aportan más elementos a este fresco romano de una realidad que sin dudas admite un título en inglés, idioma referente de una globalización cuyas características perversas también afectan la cuestión habitacional.
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La exposición consiste, por un lado, en una serie de retratos fotográficos de ciudadanos argentinos que luchan por la memoria y la justicia en nombre de algún ser querido asesinado o desaparecido. Entre los más reconocibles, figuran las madres de Lucas Menghini Rey y Wanda Taddei, la hermana de Luciano Arruga, los padres de Carolina Aló y Natalia Melmann.
Por otro lado, una pantalla de televisión proyecta en cámara lenta la preparación de los deudos justo antes de someterse a las sesiones fotográficas previas a la muestra. Todos ellos exhiben un objeto o tatuaje relacionado con el hijo o hermano que ya no está; sin embargo la cámara parece concentrarse en las miradas desoladas y las bocas tensas -algunas arqueadas hacia abajo- de quienes no pueden (acaso ni siquiera quieran) disimular el dolor ante la muerte irreparable y la amenaza de impunidad.