Hace dieciséis años el mundo quedó conmocionado por el ataque contra las Torres Gemelas de Nueva York. La retransmisión en directo del atentado en países situados a miles de kilómetros de distancia fue turbadora, angustiosa. ¿Cómo sería entonces en Estados Unidos?
La música, que suele correr pareja con los tiempos que le tocan en suerte, fue el mejor marco para mostrar la indignación y la incredulidad que los ataques produjeron. Alan Jackson se inspiró en la tragedia para componer una canción que presentó oficialmente en la gala de la Asociación de Música Country, que se celebra todos los años por el mes de noviembre.
La escribió a finales de octubre, con la idea de que no tuviera ninguna carga política y sorteara el clima de venganza. Quería que fuera una canción patriótica, que se centrara en los sentimientos. Su don de la oportunidad hizo que fuera un éxito inmediato: ganó varios premios en la Asociación de Música Country, así como en la Academia de Música Country, y fue reconocida la como mejor canción country en la ceremonia de los Grammy.
En diciembre de ese mismo año ya había alcanzado el primer puesto de las listas, y la crítica cayó rendida a sus pies: “Se han escrito muchas canciones sobre del 11-S pero ninguna capta las emociones desatadas por los ataques terroristas mejor que esta elocuente balada de Jackson”, dijo Deborah Evans Price, de Billboard.
Incluso los políticos alabaron este ejemplo de cómo la música puede ayudar a sanar las heridas de todo un pueblo. En la letra, el autor lanza una serie de preguntas al aire, intentando abarcar cualquier posible reacción ante el suceso.
Escuchemos ya a Alan Jackson en una actuación en directo en el Grand Ole Opry.
Scotty McCreery la interpretó en 2011.