Ya se veía venir y se ha confirmado: White Lies quieren y no pueden. Quieren evocar brillantes etapas musicales pasadas pero se quedan en el camino, quieren destacar entre los demás grupos de su género y les comen la mayoría, quieren hacer himnos generacionales y sus temas no dejan de ser pasables. White Lies, ese cuarteto londinense que tanto dio que hablar hace exactamente dos años con To Lose My Life, su disco debut, vuelven a las andadas con su segundo trabajo de estudio.
Muchas expectativas puestas en ellos y ganas de escuchar su nuevo disco han desembocado en un clamor popular por la falta de contundencia y enganche de este. Ritual empieza bien, con tres temas iniciales aceptables (véase su single Bigger Than Us) y va diluyéndose poco a poco cayendo inevitablemente en el abismo del olvido.
“La virtud de los White Lies es compatibilizar subgéneros cuyo magnetismo y extrema polaridad complica su convivencia y favorece su repulsión, neutralizada en ejercicios de estilo tan depurados como accesibles”, dice Jesús Lillo en Librería de Pistas. “Como los Hurts, pero menos amariconados”, sentencia.
“Holy ghost…”