Toca hablar del austríaco Michael Glawogger, quien ya sorprendiera hace cinco años obteniendo el Premio Especial del Jurado en Gijón con "Workingman's death" (2005), un tremendo documental que retrataba de forma directa y contundente las desoladoras condiciones del trabajo manual a comienzos del siglo XXI. El año pasado, más de lo mismo en Las Palmas, pero esta vez con sorpresa, o lo que es lo mismo, "Contact High" (2009) , un gamberro e irreverente divertimento que a través del viaje lisérgico de una cartografía de estrafalarios personajes que tienen la idiotez como principal seña de identidad funcionaba como guiño directo a las películas de Gilliam y Tarantino. ¿Cambio de rumbo?, ¿cambio de estilo? ¿cambio de género?.
Pues va a ser que no. Simplemente un soplo de aire fresco. Aire fresco para volver hacer las maletas, despegar, dar (una vez más) la vuelta al mundo, regresar al formato documental y mostrarnos una nueva radiografía social, humana y personal que ni de lejos conocemos. Un nuevo mundo que esta vez llega a Tailandia, México y Bangladesh para trasladarnos la historia de tres prostitutas que gira en torno a sus deseos, sus esperanzas y necesidades (los que ellas tienen y los que se ven obligadas a satisfacer para sus clientes) y que nos habla de sus brutales experiencias así como de los los abusos que sufren.
Lo hace partiendo desde la premisa de que estas mujeres pueden aportar muchísimo más conocimiento sobre la naturaleza de las relaciones entre hombres y mujeres que cualquier otra persona. Ellas son quienes realmente han vivido de primera mano toda experiencia física, mental y emocional que puede llegar a darse entre un hombre y una mujer. Deseos despiertos, pasiones rechazadas, fantasías realizadas o miedos interiores . Por ellos, siempre han recibido dinero, un dinero que nunca ha enriquecido sus vidas tanto como su propia historia o, por que no decirlo, la historia.
Así pinta "Whores Glory," el nuevo documental de Michael Glawogger, polémico realizador austríaco equiparable en estilo, frontalidad y contundencia a paisanos suyos como Michael Haneke, Ulrich Seidl o Ruth Mader y quien una vez más, nos promete otro desasosegante retrato existencial que, esperemos, pueda traspasar fronteras y llegar también a España. De momento, apunta a Cannes.