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Y contrató mujeres. ¿Por qué se le ocurriría hacer tal cosa, en unos tiempos en los que la mujer solo podía aspirar a tareas domésticas, a trabajar en alguna fábrica o, como mucho, a ser maestras o enfermeras? Los motivos fueron de diversa índole: por un lado, que no estaba satisfecho con el rendimiento de su personal masculino, desbordado por la cantidad de datos que tenía que procesar; por otro, la diligencia y precisión con las que las mujeres desarrollaban habitualmente su trabajo; y no menos importante, que el salario que había que pagarles era sustancialmente inferior al que la universidad hubiera tenido que pagar a un hombre. Así es como entró a formar parte del proyecto Williamina Fleming, la primera mujer contratada por Pickering, que era su ama de llaves. Williamina poseía una aceptable educación y había ejercido de maestra, pero cuando su marido la abandonó tuvo que buscar un trabajo de asistencia doméstica y entró a trabajar para el astrónomo. Era 1881.
Más allá del trabajo rutinario de gestión, algunas de estas mujeres merecen el reconocimiento individual por sus aportaciones fundamentales al campo de la astronomía. La mencionada Williamina Fleming fue la primera supervisora del equipo, encargada entre otras cosas de entrevistar y contratar a nuevas candidatas, y la responsable de crear el sistema básico de clasificación de las estrellas. Es probable que hayan oído hablar de la Nebulosa Cabeza de Caballo o que hayan visto su imagen en algún documental; pues bien, fue Williamina su descubridora.
A lo largo de su carrera descubrió personalmente numerosos objetos estelares como novas, nebulosas, estrellas variables y a ella debemos el descubrimiento de un tipo de estrellas, conocidas como enanas blancas. Su nombre no apareció en los créditos del primer Catalogo Índice de Nebulosas y Cúmulos de Estrellas por obra y gracia de su responsable, John Dreyer, que atribuyó todo el mérito a Pickering. Afortunadamente, la segunda edición del Catálogo sí le otorgó el justo reconocimiento.
En 1906 se convirtió en miembro honorario (las mujeres no podían ser miembros de pleno derecho) de la Royal Astronomical Sociey of London. Sus aportaciones merecieron el honor de que un cráter de la Luna lleve su apellido, aunque ex aequo con el descubridor de la penicilina.
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