Mi relación con este libro se podría definir en dos palabras: amor-odio.
La primera vez que me surmergí entre sus páginas fui incapaz de pasar de la 50 por diversas razones. La primera, y principal, era la dureza de la historia. Por aquel entonces estaba pasando por una época delicada, de modo que me afectó mucho leer el sufrimiento de Willow y su manera de superar el dolor. Con ello quiero dar una advertencia a aquellos que tengan pensado leerlo: no es apto para mente sensibles. La segunda de estas razones es que la forma de narrar la historia no me terminaba de convencer.
Por suerte el libro era prestado, así que lo devolví a su legítimo dueño y seguí con otras lecturas hasta que recientemente volvió a caer en mis manos, esta vez gracias a la editorial. Puesto que ya lo tenía decidí darle una segunda oportunidad, y es así como, casi un año después del primer intento de lectura y para mi sorpresa, he devorando Willow.
Como ya he dicho, la historia es dura. Muy dura. Se nos muestra sin reparos como Willow debe cargar con la culpabilidad que le provoca el ser la conductora del coche en el que murieron sus padres y haber transformado la vida de su hermano, que con su mujer y una hija de pocos meses, deberá cuidar de ella como si de su padre se tratara. Todo ello, sumado a la pérdida que el accidente supuso, le produce un dolor que sólo sabe soportar de una forma, y esa es haciéndose cortes en la piel, gracias a los cuales siente como la angustia desaparece de su cuerpo.
Es así como sigue su vida hasta que un día conoce a Guy, y todo empieza a cambiar. Después llegan otros como Laurie, Chloe, Adrian o Andy, quienes le hacen ver que no está tan sóla como parece.
Quería destacar de la historia un aspecto que me ha gustado especialmente, y ese es las relaciones que se establecen entre los personajes. El trato entre Willow y Guy, las charlas con el resto de los chicos, el distanciamiento entre David y su hermana... Todas ellas me han parecido, en una palabra, reales (y creíbles), y es que las escenas que Julia Hoban nos presenta podrían ocurrir perfectamente un día cualquiera en un lugar sin importancia. Los chicos del instituto son un grupo de amigos como el que puede tener cualquiera de los lectores del libro, y la relación entre Willow y Guy avanza a paso calmado, a base de pequeños detalles del día a día que la van afianzando poco a poco.
Otro aspecto a destacar es la evolución de Willow como protagonista, que sumida en un oscuro pozo de culpa y angustia va poco a poco ascendiendo por él gracias a ayudas ajenas y a su propia fuerza de voluntad, intentando acercarse a la luz.
Por otra parte, algo digno de mención es la expresión que al principio tanto me chocó de la autora, pero que poco a poco fue encandilándome. Con ella es capaz de transmitir los sentimientos de Willow y su dolor, prescindiendo de adornos innecesarios que los enmascaren. Es clara, precisa y sincera, algo imprescindible en este tipo de historias.
Por lo tanto, y teniendo en cuenta lo anteriormente dicho, puedo decir con total seguridad que Willow es una obra que merece ser leída. Cruel, dura y al mismo tiempo llena de sentimientos dulces (en gran parte, gracias a Guy ♥) El retrato de una joven a la que el destino le ha deparado un duro golpe, y su intento de recomponer los pedazos de la que, hasta el accidente, era su vida.
Según Niicky se merece...
(Gracias a la editorial Ámbar por el envío :)