Willy Toledo me recuerda un poco a Bart Simpson. Para el que no lo conozca es un actor español que cada vez que habla en los medios “sube el pan”. Y me recuerda a Bart por uno de esos capítulos en el que el travieso de la familia Simpson decía algo propio de su edad, y un señor con pinta de aristócrata de finales del XIX se asombraba tanto que hacía que su absurdo monóculo cayera al suelo. Es curioso, pero eso es lo que vivimos en estos tiempos. Y Willy Toledo es uno de esos Barts que dicen cosas que ofenden a todo el mundo. Lo han entrevistado en un medio español y lo que en la entrevista dice no tiene desperdicio.
Cada vez que Toledo dice algo una legión de haters acuden a masacrarlo. Primero acuden a su forma de pensar. Toledo es comunista, y no lo esconde. En la entrevista afirma que hay más democracia y libertad de expresión en Cuba o Venezuela que en España. Yo esto no lo comparto y tampoco estoy de acuerdo con sus ideales políticos, pero sí estoy de acuerdo en algo que ha dicho, que tenemos derecho a ofenernos los unos a los otros. Es algo sencillo, pero parece que ya no es posible porque nos tomamos todos los comentarios de la gente como graves ofensas. Nunca nos paramos a pensar en el contexto de los comentarios de la gente y terminamos creyendo que somos el centro del universo sobre el que todo gira, como si las opiniones de los demás no fueran tan válidas como las propias.
El caso de Toledo es interesante. De vez en cuando dice algo y todo el mundo lo magnifica. Lo atacan por su ideología, y los que son afín a ella lo elevan a un pedestal. Pero ni lo uno ni lo otro es necesario. Lo que creo que es necesario es saber sacar algo de provecho de lo que dice la gente para aprender de ello. Es como si, porque no piense igual que una determinada persona, no pueda compartir algunas de sus opiniones. Lo último de Toledo es haberse cagado públicamente en Dios y en la Virgen. Que esto sea motivo para abrir un proceso judicial tiene bemoles. Puedes ser creyente, y si alguien dice algo en contra de tus creencias, tienes dos opciones: o no darles importancia, o como decía al principio, creerte el centro del universo y empezar una cruzada. Me parece más sano lo primero que lo segundo, pero vamos, cada uno con su rollo.
Puedes hacer un ejercicio muy sano también, el de escuchar a los que no opinan igual que tú. Esto es algo que se está perdiendo gracias a las “benditas” redes sociales en donde nos juntamos solo con los que nos dan la razón. Puedes sentarte a leer la entrevista que le hacen, aunque no pienses como él. Puedes estar de acuerdo con él o no, pero lo que no puedes es acusarlo de tonterías solo porque no piense igual que tú o porque crea que lo que dice es ofensivo para alguien.
Leo la entrevista, con sus opiniones, y saco conclusiones, a veces a favor, y a veces en contra. Creo que Toledo siempre lo divide todo en blanco y negro, algo que hacemos mucho todos. O estás conmigo o contra mí La sociedad está llena de matices, pero como es más difícil sentirte identificado por los matices, siempre nos vamos a los extremos. Y lo mismo creo que les pasa a los que están continuamente esperando que diga algo para atacarlo. Pero también creo que tiene razón en lo de ofendernos. Si no somos capaces de no hacer caso de las ofensas de los demás, no avanzaremos nada. Todos seremos iguales, o como mucho, seremos de un bando o de otro. Y nunca nos juntaremos con los del otro bando, y no oíremos lo que tienen que decir, y no aprenderemos de las cosas interesantes que puedan decir.
Parece que estemos viviendo en una sociedad muy “moñas”, en la que estamos pendientes de todo aquel que no se ajuste al blanco o al negro al que estemos adscritos. Willy Toledo, por ejemplo, se caga en Dios y en la Virgen, y le meten un paquete judicial encima. ¡Qué cosas tiene el siglo XXI! ¡Es que ha ofendido a unas personas que están siempre atentas por si alguien las ofende! Y otra vez como ejemplo, Willy Toledo, que tampoco se sale de su guión del conmigo o contra mí, como si no hubiera matices.
No sé si ha quedado muy claro lo que quería decir. Por si acaso, lo resumo:
Menos sentirnos ofendidos por todo y de todos. Hay que mirarnos menos el ombligo y mirar más de frente.
Y hay que aprender a buscar los matices en las opiniones de los demás y sobre todo, no encerrarnos en nuestras burbujas de pensamiento.
Pues nada, esto era lo quería decir.