El convocadísimo Paul Giamatti, el novato Alex Shaffer y el veterano Burt Young encarnan los tres grandes engranajes de una historia que básicamente reivindica la conducta solidaria. El dinero importa menos que la contención de los seres queridos y la ayuda de perfectos desconocidos: en pocas palabras, ésta es la moraleja de una fábula pertinente en tiempos de indignados.
Amy Ryan (la tutora psi del Dr. Weston en la tercera temporada de In treatment), Bobby Cannavale, Jeffrey Tambor, Melanie Lynskey, Margo Martindale, David Thompson acompañan a los protagonistas que en principio generan -al decir yankee- una “win-win situation” o situación donde todos ganan. A diferencia de Visita inesperada, aquí McCarthy retrata a norteamericanos de pura cepa, por lo tanto menos vulnerables que los okupas extranjeros instalados en el departamento del académico Walter.
Dicho esto, ambos films comparten el tema de la otredad (después de todo, la esposa de Flaherty mira con recelo al compatriota Kyle) y la propuesta de dialogar con y conocer a quien a priori parece distinto y por lo tanto sospechoso. Fábula al fin, Win win explota algunos estereotipos (por ejemplo, el de la madre desnaturalizada) y nos gratifica con un final esperanzador y aleccionador (de ahí que el personaje de Giamatti deba reparar su falta).
Mención aparte merece el abuelo con principio de Alzheimer que interpreta Young. Por un lado, cabe destacar el trabajo del experimentado Burt. Por el otro, es notable el creciente espacio que el cine norteamericano le concede a la enfermedad del olvido (recordemos este antecedente).
Ante la inevitable comparación con The visitor, algunos espectadores le retaceamos puntos a Win win. Aún con esta desventaja, el nuevo trabajo de McCarthy supera el promedio cinematográfico norteamericano y cumple con la misión de un nuevo género concebido para hacernos sentir bien.