La trama necesita pocas líneas para desarrollarse. Sarah Winchester es la viuda heredera del imperio Winchester, una poderosa compañía enriquecida a base de la venta de sus famosas armas de repetición. La compañía decide enviar a un psicólogo a la mansión para que examine el estado mental de la mujer, con el fin de intentar arrebatarle la gigantesca fortuna que esta posee.
El guion se esfuerza lo justo para hilar algo consistente, consiguiendo muy a duras penas enhebrar una narración coherente. Por enésima vez, asistimos al habitual desfile de jump scares chuscos a los que nos está acostumbrando el terror mainstream, y que arruinan cualquier intento de crear una ambientación minímamente sugerente. Y me temo que, si bien en otras películas puedo ser más condescendiente con ello, aquí este error me parece imperdonable. Y es que un decorado tan especial como la mansión Winchester merecía algo más elaborado y efectivo que lo que realmente encontramos. De hecho, en ningún momento da la impresión de que el edificio sea imponente, quedando reducido en las escenas de interior a una superficie poco más grande que una casa corriente.
El ritmo es el habitual en este tipo de producciones, siguiendo una estructura poco novedosa que acusa varios valles en su desarrollo que hacen que desconectemos y que el previsible desenlace nos dé un poco igual. Y es que sin duda resulta mucho más interesante toda la historia real que rodea a la viuda y a la mansión que todo lo que se nos plantea en la película. En este sentido, recomiendo fervientemente el cómic House of Penance publicado en EEUU por Dark Horse, y que aprovechaba de un modo mucho más inteligente la premisa para ofrecer un producto bastante redondo.
Ni siquiera el reparto logra salvar la función. La grandiosa Helen Mirren se deja arrastrar por los manierismos del terror comercial para ofrecer una interpretación un tanto histriónica. Jason Clarke, protagonista de las últimas películas de la saga El planeta de los simios, hace lo que puede para evitar el desastre, pero su presencia no es suficiente. También se asoman rostros menos conocidos como Sarah Snook (Jessabelle) o Angus Sampson (uno de los infames cazafantasmas de la saga Insidious).
Es un crimen desaprovechar los mimbres con los que contaba «Winchester». Los hermanos Spierig (Predestination, Saw VIII) han desperdiciado una gran oportunidad para dar lustre al misterioso emplazamiento, dejándolo relegado a ser una más de tantas películas random que se hacen hoy día en cuanto a terror. Una pena.