Vinterstirme vichen den vonemond, in milden lijte loichet der lenz. Ésta creo que es la frase más larga que soy capaz de decir -que no escribir- en alemán y viene a significar, más o menos, que el invierno ya se va y llega el esplendor de la primavera, esto pasa, en La Valkiria, en mayo; sin embargo, por aquí parece que ya se está dejando notar, hoy mismo ya hace tiempo "de Fallas", son días en los que debemos ser precavidos: igual te pones a sudar como una cañería oxidada a punto de reventar como que se gira un aire que te deja helado, tiempo de cazadoras ligeras, de jerséis, cárdigans o sudaderas de quita y pon, de resfriados acechando a la vuelta de la esquina, en todo caso es un mal menor. La moral, en esta época, se me va por las nubes, es como si estrenara batería nueva. Por fin.
Ayer, cuando salí a correr, al pasar por una cuestecita junto a un campo, en las ramas de un árbol en el que apenas había reparado días atrás al verlas desiertas, comenzaban a aparecer pequeñas flores blancas ¿un almendro quizás? Y entonces me puse a cantar: Vinterstirme vichen den vonemond, in milden lijte loichet der lenz... pero no me pidáis más, a partir de ahí sólo tarareo. Regresé a casa, a pesar del esfuerzo realizado, rebosante de energía y satisfecho. Un tipo de recompensa que sólo pueden dar estas pequeñas cosas y que cada día voy convenciéndome de que, aunque sencilla, es la mejor.