Lo que difícilmente aguante mi naturaleza es el extracto farmacéutico y depurado de la poesía que se llama "poesía pura" y, sobre todo cuando aparece versificada. Me cansa el canto monótono de esos versos, siempre elevado, me adormecen el ritmo y la rima, me extraña dentro del vocabulario poético cierta "pobreza dentro de la nobleza" (rosas, amor, noche, lirios), y a veces sospecho que todo ese modo de expresión y todo el grupo social que aél se dedica padecen de algún defecto básico.
No hay cosa más instructiva que la experiencia.
Es el exceso lo que cansa en la poesía; exceso de la poesía, exceso de palabras poéticas, exceso de metáforas, exceso de nobleza, excepto de depuración y de condensación que asemejan los versos a un producto químico.
Cuando un hombre se expresa en forma natural, es decir en prosa su habla abarca una gama infinita de elementos que reflejan su naturaleza entera; pero he aquí que vienen los poetas y proceden a eliminar gradualmente del habla humana todo elemento poético; en vez de hablar empiezan a cantar.
Todavía no han comprendido los poetas que de la poesía no se puede hablar en tono poético y por eso sus revistas están llenas de poetizaciones sobre la poesía muy a menudo horripilantes por su estéril malabarismo verbal. A estos pecados mortales contra el estilo los lleva el temor que sienten ante la realidad y la necesidad de encontrar a toda costa una afirmación de su quebrantado prestigio.
Que me disculpen los poetas. Yo no los ataco para molestarlos y gustoso tributaré homenaje a los altos valores personales de muchos de ellos; sin embargo ya se ha colmado el cáliz de sus pecados. Hay que abrir las ventanas de esta hermética casa y sacar a sus habitantes al aire fresco, hay que sacudir la pesada, majestuosa y rígida forma que los abruma.
Witold Gombrowicz. Contra los poetas. Mate Ediciones, 2005. Prólogo de Sergio Raimondi.