Por Javier López Rejas
Viernes, 15. Joan Baez llegó, vio y venció.
El neoyorquino Richie Havens no lo sabía pero iba a empezar el festival a las 17,07. Con esta actuación saltaría del reducido grupo del Greenwich Village a ser conocido por el gran público. Tuvo que «rellenar» e improvisar hasta agotar su repertorio pero interpretó Freedom, uno de los himnos del fin de semana. En esta primera jornada, no faltó Ravi Shankar, virtuoso del sitar y uno los símbolos de la época gracias, entre otras cosas, por su influencia en los Beatles y, especialmente, por su amistad con George Harrison. La reina de la jornada sería Joan Baez, que irrumpiría con su artillería contestataria pasada la media noche. Era ya una estrella y una de las voces ‘made in USA’ del momento. Como dato, estaba embarazada y su marido, el activista David Harris, en la cárcel. Antológico su homenaje a Pete Seeger con We Shall Overcame. En total, una hora que Joan Baez elevó a los altares de la historia de la música.
La segunda jornada empieza a las 12,15 con Quill, grupo local de rock progresivo que comprobó que ni la lluvia ni la presencia de los Ángeles del Infierno alterarían la marcha del festival. La actuación de Country Joe McDonald colocó al respetable en el Planeta Hippie que propulsó las actuaciones de Santana (desconocido aún, sin disco en el mercado, pero con fuego en sus dedos), John Sebastian (que puede decirse que actuó por casualidad), Canned Heat (con su blues de alto octanaje), Grateful Dead (los reyes de Palo Alto y de la psicodelia mística), la Creedence Clearwater Revival (abriendo rutas para el rock del futuro) y, por supuesto, la singular, la texana, la inmortal diosa de los tiempos, Janis Joplin (que hizo cumbre en el festival ya a las dos de la mañana). En la madrugada fueron los británicos The Who (5:00), que en primavera habían dinamitado el mercado discográfico con Tommy, y los californianos Jefferson Airplane (8:00) quienes dejaron al público completamente exhausto. La banda de Grace Slick era entonces el reclamo más jugoso del cartel. Y amaneció.
Joe Cocker resucitó al tercer día. Sonaba poco su nombre pero el esplendor de su juventud y una voz para abrir las aguas del Mar Rojo cautivaron a los que se acercaron a vivir la última jornada a las 14:00 horas. Para la historia, «With a Little Help from My Friends», de sus compatriotas Lennon y McCartney. En la recta final del Woodstock de 1969 nos encontramos con The Band, formación que ya conocía el barro de Woodstock tras grabar con Dylan otra de las páginas imprescindibles del rock: las «Basement Tapes». Johnny Winter que entró como un licántropo en la medianoche, Crosby, Stills, Nash & Young aparecen en la madrugada y apuestan por un concierto corto pero de repertorio seguro. Acababan de actuar en Chicago y no tenían el cuerpo para virguerías. Las actuaciones del amanecer del día 18 se cierran, a las 9,00 horas, con la «experiencia» de Jimmi Hendrix, que tocará con sus seis cuerdas el tormentoso cielo durante 130 minutos y que culminará con la ya mítica versión psicodélica del himno estadounidense. Acompañado solo por los platillos de Mitch Mitchell, el guitarrista de Seattle sacaría el máximo partido de su Stratocaster para resumir y grabar a fuego toda una época. «¿Y ahora adónde escaparás, adónde irás?» La letra de «Hey Joe» sonó premonitoria, como un trueno, sobre la apretada foresta de Woodstock.
Javier López Rejas