Los pasados años, desde la publicación de “Tales from Turnpike House”, han sido reivindicatorios para Saint Etienne. La reedición de todos sus álbumes tuvo algo de autoafirmación, como si en mitad del caos musical que vivimos –el derrumbe de las discográficas, las descargas, la brecha cada vez más insalvable entre calidad y comercialidad- hubiesen tenido la necesidad de decir: esto somos, y esto hemos hecho. Los años, como a tantos otros artistas, les han permitido liberarse de viejas presiones por ganar más público o entrar en los charts. A lo largo de los años han sabido labrarse un buen grupo de seguidores disgregado en muchos países, y a ellos parecen dirigirse con cada uno de sus lanzamientos. Si alguien más quiere sumarse, estupendo, pero si no, aquí seguiremos los de siempre.
En ocasiones precedentes he aplaudido el modo en que han encarado ese trabajo de recuperación de sus discos anteriores: más allá de la típica remasterización, el segundo CD de cada pack incluía numerosos temas inéditos, caras B difíciles de encontrar y aquellas ediciones limitadas que distribuían con su fanzine sólo para fans; a ello añadían un package tan cuidado como siempre, con libreto, imágenes, entrevistas o textos específicamente compuestos para la ocasión… Nos permitieron recuperar el gusto por el disco como objeto físico, como algo que conservaremos durante el resto de nuestra vida y que dirá tanto sobre nosotros como los álbumes –digitales o no- de fotografías.
En cierto modo es como si esa labor de los últimos años hubiese antecedido el homenaje a la cultura pop que supone “Words and music by Saint Etienne”. Necesitábamos un nuevo disco, y necesitábamos que volviesen con esa fuerza renovadora de su pasión por la música. No podía ser más afortunado el título y el tema de este nuevo proyecto. Y también el hecho de haber sacado una edición limitada, en caja, llena de cosas interesantes, entre ellas un desplegable que reproduce con mayor detalle el “mapa del pop” de la portada del disco: una deliciosa ciudad imaginaria en la que cada una de las calles responde a una canción. Resulta apabullante el catálogo de títulos, y entretenido el ir girándolo delante de nuestro ojos para ver si reconocemos alguno –y no sé si es ilusionante, por lo que queda por conocer, o decepcionante, por lo mucho que desconocemos, el darse cuenta de que la mayoría de ellos apenas nos suenan-.
Pero vayamos a lo estrictamente musical: “Words and music by Saint Etienne” es todo lo bueno que cabe esperar en una banda con su trayectoria. Contiene algunos singles muy inmediatos, marca de la casa, como “I’ve got your music”, “Tonight”, “D.J.” o “Popular”, en realidad más de los que suele ser habitual. Pero también añade algunos temas a la particular colección de quienes apreciamos esos medios tiempos de especial intensidad, sensibles, delicados, Saint Etienne como creadores de atmósferas musicales que te conectan con todo lo bonito del mundo. La banda sonora ideal para paseos urbanos agradables en ciudades soñadas, para tumbarse en el campo y juguetear con tu perro, para preparar la comida o simplemente escapar, utilizando los auriculares como un túnel secreto, de la hostilidad de la oficina. Aquí encontramos algunos, sobre todo el excelente “Last Days of Disco”, y la maravillosa, emotiva “Over the border” con que se abre el álbum: una encantadora recitación en la que Sarah Cracknell repasa su relación con el pop a lo largo de la vida: desde el temprano descubrimiento de la mitomanía, en el colegio, al primer single, el primer concierto o la ubicación de la música en la madurez. En una entrada posterior del blog volveré sobre esta pieza memorable.
Este año hemos tenido la oportunidad de verlos en directo por primera vez, y afortunadamente pegados al escenario. Pete y Bob aparecieron sobrios tras sus aparatos, Sarah portaba la última bandera del glamour en el pop contemporáneo, y se mostró mucho más comunicativa de lo que uno imaginaba. Sonaron potentes –teníamos cerca de los de Hidrogenese bailando como locos, y pensamos que si Sarah se decidía a tirar al público la boa de plumas con la que jugueteaba en los hombros, nos pelearíamos a muerte contra ellos para conseguirla… y no sabían lo que suponía un asturiano y una granadina juntos y con mala leche-, tocaron las más grandes y directas –comenzando por mi favorita “Like a motorway”, pero también cayeron “Who do you think you are”, “Burnt out car”, “Sylvie”…-, y defendieron el nuevo disco con siete temas, algo admirable y que da fe de su convicción acerca de lo que continúan haciendo –nada más lastimero que esos grupos que apenas se atreven a introducir algo reciente en el setlist-. En otoño-invierno vuelven a España, y nos caen cerca, así que espero estar allí.
En resumen, que han vuelto y continúan haciéndonos la existencia más agradable, dulce y esperanzadora. Tal como ellos mismos describen, la música pop está siempre ahí, arropándonos, por muy gris que se vuelva la realidad, y no cabe duda de que vivimos tiempos en que todo invita al abatimiento. Pero artistas como estos nos recuerdan que la vida es demasiado bonita para permitirnos el lujo de desperdiciarla con tristeza o malos sentimientos. A veces me aferro a ellos como al pedazo de madera flotante de un naufragio, otras simplemente nos reunimos en ese Mario’s Cafe donde sólo está permitido hablar de cosas agradables y creativas: discos, libros, películas, calles de Londres, moda y diseño… Estáis todos invitados. (Termino con un tema inédito que al parecer van a añadir a la edición americana de ‘Words and music…”, se titula –de momento- Jan Leeming, como explica Sarah en una de las sesiones de The Guardian sobre “cómo escribí esta canción”. También incluyo un diálogo entre Sarah y Roxanne, de Veronica Falls; y por último el maravilloso vídeo de “I’ve got your music”, de nuevo un tributo al pop construido gracias a las aportaciones de seguidores que remitieron su propio clip, en el que mostraban su vinilo favorito).