Aisha estaba taciturno aquella noche; demasiados intentos fallidos, demasiada hambre. Él y el resto del clan llevaban varios días sin comer y la desesperación y el desánimo comenzaba a hacer mella en ellos. El fuerte viento azotaba sin piedad, el paisaje ondulante que observaba desde la cueva no parecía dar tregua y las perspectivas de caza cada vez eran menores; ni una sola huella de algún animal debilitado, ni una sola esperanza de salir de aquella caverna con vida. Se sentó junto al resto de compañeros y vencido por el cansancio fue lentamente durmiéndose con el crepitar del fuego.
La casualidad quiso que aquella primera noche en la nueva caverna coincidiese con uno de los eventos más importantes del año: el solsticio de invierno. La posición del sol en el cielo se veía desde un ángulo menor en la tierra y los Neandertales de alguna forma lo sabían. El astro rey se ocultaría más temprano que nunca y este acontecimiento sólo podía suponer un buen augurio para el clan. Oficialmente había llegado el invierno y sin embargo la luz ya comenzaba a dominar progresivamente a partir de entonces. La época oscura había llegado a su fin, la radiación solar calentaría la superficie terrestre mientras las horas de claridad tímidamente conquistarían los días.
La titilante luz de la antorcha de Aisha iba revelando las formas caprichosas de las estalactitas proyectadas en la penumbra. La amplitud de la caverna le fascinaba de manera insólita, el eco de su voz retumbó en las gruesas paredes de roca caliza e inmediatamente sintió el pálpito que le indicaría que aquel espacio del inframundo podría ser su nuevo hogar. Al límite de desfallecer, el resto de componentes del grupo dieron su aprobación, instalaron así su nuevo campamento para pasar la primera noche. Sorprendentemente el viento dejó de soplar y unos minúsculos copos de nieve cayeron ligeramente sobre el suelo. La tempestad de las últimas semanas había anegado hasta la última esperanza de aquellos hombres y mujeres, pero al parecer, el comienzo del invierno quería ser benévolo para recibir triunfantes a los últimos testigos de la edad de hielo. Miles de años después desaparecerían sin dejar rastro en la tierra, pero su obstinado ejercicio de supervivencia nos fue legado a nosotros, para vencer al invierno y afrontar con fuerza cada nuevo día. El mundo siempre sería un lugar convulso y hermoso donde vivir.
TANIA DE SOUSA
Hoy tenemos el placer de contar con un relato de Tania de Sousa ambientado en el Pleistoceno. Posiblemente conozcas a Tania por su carrera artística, primero como vocalista de las bandas The Dispositives o Zuloak y luego en solitario con su disco "Tania Tank" (puedes oírlo aquí). Lo que nosotros no sabíamos era su pasión por la Paleoantropología, que unida a su afición por la escritura, da lugar a maravillosos relatos cortos en los que neandertales y otros homínidos son protagonistas. Puedes leer más relatos de Tania en su blog Creiddylad y la Tormenta.