Extractos:
–¿Inés? –Si –me levanté y le tendí la mano–, soy yo. –Salud. Vengo de parte del capitán Galán, bueno, exactamente de su parte no, lo que pasa es que esta mañana me ha encargado que me ocupe de ti, o sea, que me ponga a tu disposición, por si quieres dar un paseo, o una vuelta por el pueblo, o comprar cualquier cosa, no sé, es como si me hubiera nombrado tu escolta, ¿no?, porque me ha pedido que te proteja, que me encargue de que no te pase nada, nada malo, quiero decir, no creas que voy a meterme en tu vida… –hizo una pausa que no fui capaz de rellenar, porque nunca había conocido a nadie que hablara tanto, ni tan deprisa–. Es que como estoy herido, ¿ves?, bueno, tampoco mucho, es sólo que se me ha abierto la muñeca porque me hice daño cuando vinimos, nada, que me caí rodando al bajar, ya ves tú, qué tontería, si en Francia he estado tres años viviendo en el monte, subiendo y bajando cuestas todo el rato, tan pancho, y justo ahora, cuando volvía aquí, con las ganas que tenía –fingió desequilibrarse y pareció a punto de lograrlo de verdad–, ¡zas!, pues me caí y me hice polvo la mano…