Cinco y media de la mañana, vibra el reloj; compruebo que es la hora correcta (me desperté de madrugada y como no era el momento, fui al baño) y tras confirmarlo, me incorporé camino de la cocina.
Mientras me desayunaba un cuenco de agua con 90 gramos de avena que llevaban en remojo desde la tarde anterior escuché movimiento y al momento apareció Julio en la cocina, ya listo.Tras pasar por el baño y comprobar por enésima vez que no me faltaba nada, bajamos al coche, ya vestido de corto, pero con una chaqueta por encima; tenía frío.
No tardamos mucho en llegar al centro comercial del Saler, con un tráfico cada vez mayor siguiéndonos de cerca y pese a entrar en el párking en tercera posición (unas chicas comprobaban que tuviésemos acreditación o dorsal para el maratón), cuando accedimos al interior había ya varias docenas de coches aparcados.
Aún quedaba un rato para las siete de la mañana y hasta las ocho y cuarto no sería la salida, pero coincidía con Julio en que era mucho mejor llegar tranquilos, aparcar bien y tenerlo todo controlado a apurar un poco más e ir justos y con prisas.
Nos encontramos con uno de los atletas de Julio en el Mcdonalds y mientras ellos desayunaban, decidí ir al baño, ya que lo único que tenía que ingerir era un gel CAF 100, algo más de media hora antes de la salida.
Hice bien, ya que no había nada de cola y a juzgar por el flujo de gente que entraba sin cesar en el centro comercial, en breve empezarían las aglomeraciones.
Me encontré con otros atletas de Julio en la vuelta al Mcdonalds y aunque faltaban algunos, decidimos ir al coche a dejar las cosas, encontrándonos con otros corredores que él conocía por el camino.
Tras embutirme en la bolsa de basura que tenía preparada para tal fin, ya que aunque la temperatura en el interior del centro comercial no era mala, vestido de corto hacía fresco y como vimos la longitud de la cola del baño, Julio me recomendó ponerme en ella.
Era aún pronto para lo que tenía pensado, pero me convenció e hizo bien, ya que estuve más de quince minutos esperando mi turno, me tomé el gel en la propia cola del baño y cuando salí ya pusimos rumbo a la salida.
Nos encontramos con el resto de atletas de Julio en la salida del centro comercial y tras echarnos una foto, nos dirigimos a los cajones de salida.
El día estaba nublado y fresco, perfecto para correr, aunque hasta que entrase al calor me esperaba un rato incómodo.
Pasé al frente de mi cajón, el previo al de la élite, justo tras Iván, uno de los corredores de Julio y tras un rato esperando noté que necesitaba echar el último pis.
Eché un vistazo alrededor y no veía baños químicos, así que salí del cajón, con idea de pegarme una carrera y ya de paso entrar en calor, pero una fila de corredores vaciando sus esfínteres en los matorrales de la mediana me hicieron cambiar de opinión y tomé el hueco que dejó uno para hacer lo propio.
Ya sí, todo estaba listo, así que volví al cajón, a un par de posiciones de donde estaba antes, me quité la bolsa de basura, ya que entre el ir y venir y el calor humano en el cajón de salida ya no sentía frío y me mentalicé en el objetivo, 3:35 minutos el kilómetro.
Me fijé en el corredor que tenía delante y me resultaba familiar; en su dorsal aparecía "Fox" y caí al instante en que era Matt Fox, youtuber deportivo al que sigo en sus vídeos y en Strava.
Lo saludé, brevemente, ya que estaba con otro muchacho y no quería molestar y al momento me saludó Tolo Fiol a mi por detrás.
Sabía que venía fuerte, con un claro objetivo de bajar de tres horas, así que era probable que compartiésemos camino juntos.
A pocos minutos para dar la salida y en pleno aluvión de chaquetas, cortavientos y camisetas, los voluntarios retiraron la cinta que nos separaba del cajón de élite y avanzamos hasta mezclarnos con ellos.
Preparé el GPS, me preparé a la salida con cada vello de mi piel de punta y a la señal, activé el reloj y empecé a correr con cuidado de no atropellar a nadie y de que nadie me tirase.
Conseguí estabilizar el ritmo con respecto a la masa de corredores una vez pasamos el puente y una vez entramos en el Carrer de Joan Verdeguer ya pude concentrarme en el ritmo.
Tenía un par de metros de distancia con el corredor más cercano por delante y estaba yendo más rápido de lo que debía, en torno a 3:30 minutos el kilómetro, así que me eché a un lado para no estorbar y fui acoplándome a un grupito que parecía ir a mi ritmo.
Acabé dejándolo atrás poco después de pasar el primer kilómetro, justo cuando Tolo pasaba a mi vera y me animaba a pegarme a él.
Lo hice varias decenas de metros, pero tras comprobar el ritmo en el GPS decidí dejar que se fuese alejando poco a poco, ya que iba más rápido de lo que debía.
Apenas llevaba dos kilómetros de carrera, pero ya había entrado en calor y fluía como una gota más en el río humano que avanzaba camino del puerto, espoleado por una batucada cada vez más cercana, que parecía marcarnos el ritmo.
El día era perfecto para correr, nublado, sin viento (apenas una perceptible brisa) y aunque de momento no terminaba de encajar en ningún grupo, ya que había dejado a varios atrás mientras que otros se alejaban brevemente, no era algo que me preocupase.
Con tantísimos corredores como había, seguro que no tenía dificultad en acoplarme en cuanto el ritmo de la carrera se terminase de estabilizar, ya que tarde o temprano, el maratón coloca a cada uno en su lugar.
Me extrañaba no haber visto a Juan Moreno, del Califas o a Juan Lara, del Algaida, ya que rondamos los mismos ritmos en media maratón y sabía que venían a Valencia, pero era posible que hubiésemos pasado uno al lado del otro en la salida sin darnos cuenta.
Iba haciendo inventario mental de como iba todo y por el momento estaba eufórico, ritmo cómodo, sin molestias, hambre ni sed, temperatura agradable...
Los kilómetros fueron cayendo y antes de darme cuenta estaba pasando sobre la alfombra del kilómetro cinco, en ligerísima pendiente a favor hacia la Avinguda dels Tarongers.
Pasé en 17:47, ligeramente más rápido de lo esperado y me abrí hacia el lateral derecho para coger un botellín de agua en el avituallamiento, echarme la mitad sobre cabeza y brazos y beber un par de buches.
Justo antes de los dos giros de noventa grados en la glorieta para hacer el cambio de sentido en la avenida se me puso a la par Juan Moreno, así que me pegué a él unos metros.
Al igual que Tolo, iban más fuertes que el ritmo que tenía previsto, así que lo dejé marchar poco a poco mientras notaba un poco de hambre.
La sensación era buena, ya que tenía el primer gel previsto para el kilómetro ocho, pero al notar apetito sabía que me iba a entrar bien y tenía boca y garganta lubricadas por el agua del avituallamiento así que lo abrí y me lo fui tomando poco a poco.
Una vez acabado lo eché al bolsillo delantero de la malla y apreté ligeramente el paso, ya que me había puesto a cerca de 3:40, pero acabé ese kilómetro en 3:33 al final.
Fui controlando el ritmo, acabando cada kilómetro entre medio y un segundo antes de lo previsto, hasta el décimo, que fue el primero que clavé a 3:35, dejando atrás la alfombra del crono en 35:40.
La animación estaba siendo espectacular, con público abundante desde el minuto uno, además animando con ganas, las batucadas, altavoces con música cada pocos kilómetros...
Así no costaba apenas esfuerzo avanzar por el asfalto valenciano, en mi caso, clavando ya los tiempos hasta el kilómetro 13.
Iba por la Ronda Nord y tras un par de kilómetros completamente llanos se unieron un metro de desnivel, una ligera brisa a favor y que al ir tan concentrado se me había olvidado mirar el crono y completé ese kilómetro en 3:37.
No era nada importante y de hecho, aún tendría que hacer varios a ese ritmo para igualar el promedio objetivo de 3:35, pero suponía un punto de inflexión.
Me puse como objetivo un corredor que me acababa de adelantar, en cuya camiseta se leía "Cottage", que debía de ser su apellido y sin dejarme obsesionar por los ritmos, ya que las sensaciones eran buenas, me puse a su estela apretando un puntito el paso.
Pasé por el kilómetro 15 en 53:38 y acabé dejando poco a poco atrás a Cottage y a los miembros de su grupeta hasta quedarme un poco en tierra de nadie tras el avituallamiento.
No tenía sensación de hambre pero igualmente aproveché que tenía la boca lubricada para tomarme un gel 100 poco a poco.
Mientras lo hice bajé un puntito el ritmo y me adelantaron varios corredores, entre ellos uno que me llamó la atención porque tenía los brazos muy peludos y aunque traté de ponerme a su par, me acabó dejando atrás.
Justo antes de llegar al kilómetro veinte empecé a escuchar, cada vez más cerca, el sonido de varias decenas de pasos galopando casi al unísono y de repente me vi engullido por un amplio grupo de corredores.
Llevaba un par de kilómetros avanzando en relativa soledad, así que me acoplé a su cola una vez me pasaron todos, pasando el kilómetro 20 en 1:11:36 y la media en 1:15:33.
Seguía rondando 3:35 minutos el kilómetro, pero sabía que el punto crítico se acercaba y ya no iba tan fresco.
En febrero, en la Maratón de Sevilla, pasé la media en 1:15:32, idéntico tiempo, pero en el kilómetro 30 estaba ya destruido, sufiendo y lo peor llegó a partir del kilómetro 37, donde me puse por encima de 4 minutos el kilómetro y llegué a estar hasta a 4:10.
Por el momento llevaba el pulso estabilizado en torno a 167-168 pulsaciones, cuando en Sevilla en ese punto iba pasando las 170 y aunque empezaba a costar mantener el ritmo, seguía disfrutando.
Tanto Julio, con sus repentinas apariciones como Sacra, compañera del club, ayudaban y si sumamos la multitud de vítores del público, muchos de los cuales me animaban al ver la camiseta de Els Sitges, los kilómetros se hacían más llevaderos.
Debí tomarme el tercer gel en el kilómetro 24, pero no me apetecía, así que esperé hasta pasar ya un buen trecho del kilómetro 25, que pasé en 1:29:36, tres segundos más lento de lo que lo hice en Sevilla.
Bajé un poco el ritmo para tomarme el gel, sin ganas y durante los dos kilómetros que aproximadamente lo estuve rumiando, me fui a 3:37 minutos el kilómetro, pero una vez acabado no era capaz de recuperar el ritmo anterior.
El grupete que me llevaba se me había escapado, no tenía a nadie por delante a quien acoplarme y los corredores que eventualmente me adelantaban llevaban un ritmo varios segundos superior, por lo que no podía ni plantearme pegarme a ellos.
Mentalmente estaba en un hoyo, ya que el bajón llegaba antes incluso de lo previsto me notaba cansado de repente y aunque el rimo no caía en picado, como en Sevilla, quedaba mucha carrera por delante.
Como me agobiaba ver el ritmo, aunque fuese unos segundos, por encima de lo planteado y aún quedaban muchos kilómetros para ir descontando, aproveché que Cottage me adelantaba nuevamente para tratar de cogerle la estela.
Tras un kilómetro a su espalda comencé poco a poco a recortar distancias a uno de los grupos que me había adelantado pasada la media maratón y como él seguía fuerte, lo dejé alejarse y me acoplé ahí.
El ritmo era el mismo al de minutos atrás, pero las sensaciones ya era mucho mejores y además llegaba un tramo de pendiente a favor que completé en 3:35 minutos el kilómetro.
Bache superado, es verdad que seguía cansado, que Cottage, mi corredor de referencia estaba por delante y que quedaban aún trece kilómetros, pero volvía a disfrutar.
Pasé el kilómetro 30 en 1:47:45, 17 segundos más lento de lo que lo hice en Sevilla, pero recordaba vívidamente el intenso sufrimiento que viví aquella mañana y hoy, aunque iba ganando terreno, seguía con la sonrisa en la cara.
Conseguí estabilizar el ritmo con Cottage y tomé la decisión de no consultar más el ritmo, miraría el crono al completar cada kilómetro y si seguía por debajo de cuatro, rodaría cómodo.
En caso de subir de cuatro, si tenía fuerzas, apretaría, porque una cosa es no querer sufrir más de la cuenta o antes de tiempo y otra llegar a meta en un maratón con gasolina en el tanque tras meses de entrenamiento, había que encontrar el equilibrio justo.
Notaba el estómago cerrado, así que decidí tomarme un comprimido de sales con un buche de agua y ya olvidar los geles salvo que notase sensación de hambre.
No sé en qué momento pasó, iba ensimismado y concentrado en el ritmo y de repente había pasado de luchar para no perder la cola de un grupo a estar tirando del mismo y recogiendo cadáveres.
Los corredores caminando, trotando medio cojos o directamente tirados en el suelo mientras algún voluntario o directamente el público les ayudaban a estirar o les daban agua empezaban a sucederse y aquello me erizó el vello de la nuca.
Por una parte estaba contento, puesto que seguía avanzando a buen ritmo, sufriendo, pero lo justo y estaba en camino de mejorar mi marca.
Pero por otro lado, esos corredores habían llegado a ese punto antes que yo, seguramente habrían entrenado tanto o más y sin embargo, era poco probable que acabasen o lo harían muy maltrechos si llegaban a meta.
Moviéndome entre 3:43 y 3:44 minutos el kilómetro llegué al 35, que pasé en 2:06:22, sacándole ya casi 20 segundos al mismo paso de Sevilla, enardecido por el público y por la proximidad de la meta.
Ya si podía ir descontando kilómetros, a sabiendas además de que los dos últimos eran en ligera pendiente a favor.
Cottage ya estaba fuera de la vista, así que me acoplé a un grupo de dos mujeres que avanzaban con sus liebres cuando me rebasaban, aumentando un poquito el sufrimiento pero siendo aún llevadero y sorprendiéndome al ver al corredor de brazos peludos, corriendo pero a un ritmo muy bajito.
Me llamó la atención que mucha gente gritaba "Vamos Correca" y "Ánimo Correca" desde hacía unos minutos y di por hecho que uno de los corredores que rodaba junto a mí sería vasco, pero cuando me adelantó vi la camiseta de la SD Correcaminos y creo que venían por ahí los vítores.
Llegué al kilómetro 40 en 2:25:10 y ya solo quedaba el suave descenso hasta la meta.
Pasé de completar el kilómetro anterior en 3:49 a bajar a 3:40 al principio de ese, con la mirada fija en el horizonte, flanqueado por dos interminables hileras de público hasta donde alcanzaba a ver y buscando los huecos para adelantar.
El tiempo parecía detenerse, tras lo que parecía una eternidad vi a lo lejos la alfombra azul, pero ya no estaba cansado ni dolorido, había trascendido eso.
Sólo quería llegar a meta y sin embargo no quería que esos segundos acabasen, eran la culminación a semanas y meses de trabajo y me embriagaban el orgullo y la satisfacción.
Sabía que iba a mejorar la marca, por una minutada y lo que era más importante, pese a los momentos duros, había disfrutado del maratón.
Aún quedaban metros por delante, pero alcé los brazos al aire mientras se me escapaba una lagrimilla y recorría al sprint los últimos metros, emocionado.
Instantánea de Instantánea de @runniafotografia89