XXIX Ruta de Carlos III

Por Juan Andrés Camacho Fernández @CorredorErrante

Corría el año 1768 cuando el rey Carlos III mandó colonizar el llamado "Desierto de la Monclova" andaluz, entre otras zonas

Nacieron así, en terrenos expropiados a Écija, La Luisiana, como cabecera de colonia y las aldeas de El Campillo, Los Motillos (ya extinta) y Cañada Rosal).

En 1990 comenzó esta carrera para rememorar estos actos, con una carrera inicialmente de 25 kilómetros, que ha ido fluctuando desde la media maratón hasta los casi 26 kilómetros actuales.

Esta sería mi primera participación, animado por las buenas experiencias de compañeros del Club Atletismo Fuengirola en años anteriores.

El perfil sería bastante corrible, con algo de desnivel a la salida de Cañada Rosal, así que sería buen test de ritmo de cara a la maratón de Sevilla.

A punto estuve de no acudir a la cita por problemas personales (la pasada fue una semana bastante dura), pero finalmente estaba puntual a las 08:30 del domingo en el primer bus.

La organización nos trasladaba a los corredores a la Luisiana, punto de salida, y acabaríamos al lado de la estación de autobuses, al ser un recorrido no circular.

Viviendo en una población costera no estaba acostumbrado al frío, con 5-6 grados en la tarde anterior, pero es que esa misma mañana estábamos a 2 grados bajo cero al levantarme.

Al dejar las cosas del hostal en la furgo me sorprendió un dedo de escarcha en los cristales y no sentía los dedos de las manos, así que me coloqué de primera capa la equipación de competición, encima el pijama (un chándal viejo) y sobre este la chaqueta.

Por supuesto, con guantes y maguitos incluidos.

Llegué temprano a la Luisiana, demasiado, ya que me dolían dedos de manos y pies del río y tras recoger el dorsal no tenía nada que hacer.

Con el sol ya salido estaríamos a 2 o 3 grados, con una ligera brisa que cortaba el rostro cuando soplaba, así que en hasta 3 ocasiones visité el baño, tanto para soltar nervios (y lo que no son nervios) como para entrar en calor.

Había desayunado a las 7 y media de la mañana, un cuenco de arroz con atún (lo mismo que mi cena del día anterior), así que sabía que estomacalmente iría bien.

En ese plano solo quedaba tomarme un High Energy de 226ers a una hora de la salida y el batido pre entreno a 30 minutos del comienzo, momento en el que reuní fuerzas para quedarme en la equipación de competición, meter el sobrante en la bolsa que iría al camión ropero y comenzar a trotar.

Por suerte no tardé mucho en entrar en calor, apenas 10', y al final, cuando ya nos llamaban a línea de salida, decidí quitarme tanto los guantes como los manguitos.

Me coloqué en primera línea, pero al final acabé entre la tercera y cuarta, con mucho gallo por delante.

Salí retenido y me llevé algún empujón, así que aproveché un hueco por la derecha y apreté hasta el final de la calle, casi colocándome en el grupo de cabeza.

En la siguiente recta me di cuenta de inmediato de que ese no era mi grupo, bajé un poco el ritmo y cuando me adelantó un muchacho del Maratón Jérez me pegué a él.

Rápidamente me rodeó un grupo de corredores, así que apreté un poco para colocarme a su lado y pasamos el primer kilómetro.

3:20, demasiado rápido, iba cómodo pero aún quedaban 25 para meta, así que intenté estabilizarme en torno a 3:30 minuto por kilómetro.

El grupo se movía al mismo ritmo y antes de darme cuenta llegué a El Campillo, azuzado por mis perseguidores.

Desde aquí el perfil tomaba leve pendiente a favor hasta Cañada Rosal, lo que animaba a apretar el acelerador, pero yo me mantuve firme en torno a 3:30 y poco a poco me fui descolgando del grupo, del que tiraba ahora el muchacho del Maratón Jérez.

Le seguían un corredor de rojo y uno de azul muy de cerca y al alcance de la vista (pero no de las piernas) les iba marcando yo.

Pasé el kilómetro 5 en 17:16 y el 10, justo en la llega a Cañada Rosal en 34:26, a tan solo 5 segundos de mi mejor marca en 10 kilómetros, en la VIII Carrera Urbana de Estepona del pasado 10 de octubre.

No me había dado cuenta hasta ese momento de lo rápido que iba, me había dejado llevar por la pendiente, intentando no perder de vista el grupo liderado por el chico del Maratón Jérez.

Mantuve el ritmo de 3:30 hasta la salida de Cañada Rosal, pensando alegremente en que ya le había pegado un buen bocado a la carrera y me encontraba muy bien aún, pero lo que no sabía era que quedaba lo peor.

Al avanzar descolgado, ya completamente, al perder de vista al grupo que llevaba de referencia a la salida del pueblo, había que sumar que la pendiente, que tanto había ayudado en el tramo anterior, ahora picaba hacia arriba.

Además me notaba un poco acalambrado pese a haber bebido algunos sorbos de agua con Tailwind, pero como iba preparado, al llegar al minuto 40 me tomé un comprimido de sales.

No fue inmediato, pero con el paso de los kilómetros mejoró un poco la cosa.

Llevaba también 2 geles Iso de 226 ers pero sabía que al ir tan acelerado me iba a sentar mal tomarlos y aun me notaba con fuerzas.

Avanzaba a ritmos entre 3:42 y 3:45 el kilómetro, animado por los peatones que avanzaban por la calzada y los fotógrafos, tanto a pie como en parapente, cuando de repente me adelantó un corredor a gran velocidad.

Tras el iba un ciclista, señalizando que era el primer ecijano y un segundo ciclista que me animó a mi también.

Me pegué a su rueda, intentando apretar, pero irremediablemente se me iba escapando.

Un kilómetro después me pasó otro corredor y aunque de nuevo iba a un ritmo muy elevado, pude apretar un poco para no perder del todo su estela.

Los kilómetros se iban sucediendo, dibujados en el asfalto y cada vez me notaba más justo de fuerzas y de nuevo, acalambrado.

Me tomé un segundo comprimido de sales y un buche de Tailwind y centré la vista en las zapatillas del corredor que llevaba delante, unas Nike, probablemente las Alphafly o las Vaporfly Next%2, por el acabado de la malla.

Buscaba, ya con cierta desesperación, algún atisbo de Écija en el horizonte, sabedor de que el tramo final de carrera sería de bajada y al fin, tras pasar la media maratón, se empezaron a dibujar las torres de Écija.

Pasé la media maratón en 1:15:15, y con ello mi bloqueo, ya que me lancé cuesta abajo como si acabase de comenzar la carrera, haciendo el kilómetro más rápido de toda la prueba en el tramo del 22 al 23, a 3:16.

Me aferré al ritmo de 3:30, sabedor de que ya no alcanzaría al corredor que llevaba por delante, pero luchando para que no me adelantasen a mi.

El tramo final fue espectacular, con las calles abarrotadas de público que animaba con fervor.

Écija se abría calle a calle en todo su esplendor y aunque costaba trabajo mantener la zancada por los adoquines con las Vaporfly tan gastadas, el público me llevaba en volandas.

Cuando vi la rotonda de las columnas de Hércules me supe ya al lado de la estación de autobuses y por ende, en meta y solté lo poco que me quedaba para entrar al sprint por la alfombra de meta.

Mi tiempo fue de 1:31:35.99, entrando en decimotercera posición absoluta y séptima senior.

Pensaba que llevaría al menos una veintena de corredores por delante, siendo una prueba con tanto nivel (los 10 primeros corredores tienen premio económico), no me esperaba para nada el puesto.

Menos aun el promedio, a 3:33 pese al bajón que tuve entre Cañada Rosal y Écija y se ve claramente en el resumen por kilómetros de Strava.

Felicité en meta a los corredores que me precedieron y me dirigí a por la bolsa del corredor.

El muchacho del Maratón Jérez fue octavo absoluto con un marcón de 1:27:30, sin ir más lejos, aunque los tres primeros corredores son un prodigio de otra liga, con tiempos entre 1:22:32 y 1:23:18.

Además de bolsa del corredor muy completa con agua, isotónica, dos naranjas enormes, mantecados y un bocata teníamos camiseta técnica de manga larga y trofeo finisher.

Si sumamos además el transporte en autobús, cronometraje, avituallamientos, premios para la élite, etcétera está claro que esta carrera no se organiza para hacer negocio, sino para atraer y cuidar al corredor, algo que por desgracia se echa en falta hoy en día.

En definitiva una carrera diferente, muy llevadera y que merece la pena marcar en el calendario, aunque haya que conducir dos horas y pasar frío.

Estoy a la espera de que se cuelguen las fotos para ilustrar la crónica, por el momento esto es todo ;)