XXXIV Media Maratón Bahía Cádiz

Por Juan Andrés Camacho Fernández @CorredorErrante

Como decidí nada más cruzar la meta de la Cuna de la Legión hace dos semanas, cambié los casi 50 kilómetros del Hole por la media de Cádiz, que sería Campeonato de Andalucía de la distancia.

Tras dos horas y media de coche recogí el dorsal en el Centro Comercial Bahía Sur, cené con Mayte en Pomodoro y subimos al hotel a descansar.

Entre el cansancio del viaje y que tendríamos el cambio de hora esa madrugada, no tenía el cuerpo para mucho más, así que nada más preparar la ropa para el día siguiente me iría a la cama.

Empezábamos con mal pie, ya que por primera vez desde hacía años, me había olvidado la banda del pulsómetro en casa.

Rara vez me la olvido para entrenar y para competir no se cuando fue la última vez pero salvo eso estaba todo, así que tendría que confiar en mis instintos.

A las 07:50 del domingo sonó el despertador y tras desayunar medio tupper de arroz blanco con una lata de atún, vestirme y dar un par de viajes al baño, nos preparamos para salir.

Dejamos la habitación y las cosas en la furgoneta, en el aparcamiento del centro comercial y nos dirigimos al estadio.

Había leído en el reglamento que habría guardarropa y se llevarían las mochilas a Cádiz, a la meta, así que les dejé la mochila y me dirigí a las pistas a calentar.

Me encontré con Salva Bravo, del Todos a Correr, con gesto preocupado y me dijo que estaban pidiendo el carnet a los federados para acceder a cámara de llamada.

Entré en pánico, ya que tanto el carnet como el móvil estaban en la mochila que había dejado en el guardarropa.

Bajé a la pista, me dirigí a la cámara de llamada y en efecto, sin DNI no podía acceder.

Les dije que lo tenía en la bolsa del guardarropa y me dijeron que no había problema, que me acercase a por él, que me daba aun tiempo.

Con el corazón en un puño volví a la zona del guardarropa, donde ya no estaban los carros con las mochilas.

Tras pedir indicaciones salí y encontré a los voluntarios con dos camiones hasta arriba de mochilas.

A simple vista la mía no estaba por ningún lado, les comenté mi situación y me dijeron, como era comprensible, que tenían cerca de mil mochilas y no podían ponerse a buscar una por una.

El tiempo apremiaba, así que me dirigí de nuevo a la cámara de llamadas, pero Mayte estaba allí para salvar la mañana, ya que había encontrado una foto de mi DNI en una carpeta compartida en la nube.

Me acerqué con su móvil y la foto y tras comprobar el nombre y apellidos me permitieron acceder, así que le devolví el teléfono y ya si, me preparé para calentar.

Di un par de vueltas con Salva y con Bernardo, del San Pedro, charlé brevemente con Rafa, compañero de ultras y con Cristóbal Ortigosa, que se está planteando seriamente debutar en 24 horas en Ciudad Real para buscar la mínima para el mundial.

También coincidí con Juan Javier, del Califas, con quien compartí algo más de 30 kilómetros en la Maratón de Sevilla (yo pinché, pero él no y acabó en dos horas y media).

Él buscaría hoy la hora once, así que sería una muy buena referencia, ya que mi idea era rondar la hora doce, siempre con el permiso del levante, que prometía ponernos en más de un aprieto.

Saludé también a los compañeros del Álora y me sorprendió no ver a Antonio Jesús, ya que está como un toro.

Ya era prácticamente la hora de la salida, así que me coloqué en primera línea (acabé en segunda tras terminar de sumarse los rezagados que apuraron el calentamiento) y me preparé para el pistoletazo de salida.

Salí a buen ritmo, tratando de coger el interior en el giro de la pista y abriéndome en la contrarrecta para fintar entre los corredores que ya bajaban un poco el ritmo.

En la salida del estadio la cabeza de carrera ya se perdía en el giro a la derecha frente a la estación de tren, llevaba a cuatro o cinco corredores por delante y un par me pasaron antes del giro, entre ellos, Cristóbal Ortigosa, al que esperaba en cabeza.

Tenía en mente que la media sería prácticamente llana y cuando enfilé yo ese giro una buena cuesta nos dio la bienvenida.

Tuvimos bastante sube y baja en los primeros kilómetros por San Fernando, donde el levante ya nos daba muestra de su poderío con rachas bastante molestas.

Me coloqué tras un par de corredores con la vana esperanza de quitarme algo de viento pero como venía racheado y era más alto que ellos no sirvió de mucho, así que tras pasar por la alfombrilla de control apreté un poco y me dispuse a dar caza al siguiente grupo.

Otro corredor me alcanzó desde atrás y me dejó por el camino, así que me lo fijé como objetivo.

Al no tener la guía del pulso me iba guiando por el ritmo, que pese al viento y desnivel, trataba de llevar por debajo de 3:25, por el momento, con éxito.

En el primer avituallamiento tardé tres intentos en coger un botellín con éxito, ya al final del mismo, así que di un buen trago y me eché el resto por encima antes de apretar un poco el ritmo.

Me vine muy arriba y acabé el kilómetro en 3:13 (también ayudaba que las rachas pillaban casi de cola ahora), así que mantuve la cabeza fría, bajé el ritmo y fui poco a poco dando caza a la pareja que llevaba por delante.

Uno de ellos bajó el ritmo antes y después alcancé al corredor que unos kilómetros atrás me había pasado a mi.

Tras un largo kilómetro junto al Parque del Oeste por el envite del viento, que completé en 3:23, el siguiente, ya comenzando a destacarme y sin referencias por delante, se me fue a 3:26 por la pendiente que pillamos al final del kilómetro, que nos dejaba en la autovía.

Teníamos por delante algo más de siete kilómetros de recta hasta Cádiz, a merced del viento al no tener nada que nos resguardase.

Cuando llevaba pocos metros de autovía escuché pasos desde detrás y me pasaron un corredor del Jérez y Juan Javier, del Califas, a un ritmo que ni me podía plantear mantener, ya que debía ser de 3:20 o incluso inferior.

De hecho, a lo lejos veía a otro corredor, que estaba llegando al avituallamiento y claramente le iban recortando metros por momentos.

Decidí echar mano del gel que llevaba en la pantorilla derecha, de Umara, una marca Sueca de la que estoy buscando proveedor en España porque me va muy bien.

Guardé el envoltorio del gel y tras beber en el avituallamiento (esta vez cogiendo el botellín a la primera) eché tanto la botella como el envoltorio del gel en la última papelera.

El corredor del Jerez y Juan Javier dejaron atrás al corredor que iba por delante, pero mientras que el primero se iba distanciando cada vez más, el segundo parecía perder fuelle.

Era justo la motivación que necesitaba en esa larga recta para no perder la concentración, así que me concentré en avanzar corriendo sobre la línea blanca, sin perderles de vista.

Normalmente miro más el GPS por el pulso que por el ritmo, así que al no llevar la banda, ni si quiera miraba el reloj, salvo por el pitido de rigor cada kilómetro.

Desde que comenzó la guerra de Ucrania, la precisión no es la misma, así que me concentré en mis sensaciones, aprovechando las rachas de viento a favor para dejarme de llevar y apretando el ritmo en las que venían en contra.

Curiosamente me salieron dos kilómetros consecutivos en 3:22 sin buscarlo, señal de que pese al envite del levante, estaba manteniendo un ritmo constante.

Ya debía de estar a algo menos de 300 metros de mis referentes, con Juan Javier destacándose algo más y el otro corredor quedándose un poco.

Entramos en la Cortadura, con 3/4 de carrera ya hechos y me sentía pletórico, con la sensación de que aun podría mantener el ritmo hasta 10 kilómetros más sin problema alguno.

Me sorprendió la gran multitud frente al arco de meta en el sentido contrario (no me había parado a pensar en que esa sería la meta) y me alegró sobremanera reconocer el rostro de Mayte entre la multitud.

No quería relajarme, así que volví a centrar la vista en el corredor que llevaba por delante, así como en el firme, que picaba ahora hacia arriba y en el viento.

Al ser racheado no podía confirmarlo al cien por cien, pero como tenía más rachas en contra que a favor, imaginaba que cuando diésemos la vuelta, tendría tanto pendiente como viento a favor, lo que ayudaría en los kilómetros finales.

Volví a coger la botella sin problema en el avituallamiento, di un buche pequeño, me eché el resto por encima y me lancé a cazar tanto al corredor que llevaba por delante cómo unos minutos después, a Juan Javier.

No tardó en pasar el corredor que iba en cabeza, con una ventaja de minutos sobre el segundo, Cristóbal Ortigosa, al que animé al verlo pasar.

Imaginaba que quedaría poco para dar la vuelta y conté si no me había fallado alguno, diez corredores.

Llegó mi momento de dar el giro y el viento me dio un buen bofetón, no sabía como pero soplaba completamente de cara.

Al menos la pendiente si que iba a favor, así que avancé alargando la zancada, con la vista fija en el corredor que llevaba por delante, totalmente fuera del alcance de las piernas, pero válido como referencia.

Entre la apertura para el giro y el viento en contra, ese kilómetro fue el más lento de toda la prueba, que completé en 3:30 según el GPS.

El viento apenas daba tregua y me sorprendió que segundos después de pasar el corredor en el que llevaba fija la mirada, se cayó una hoja de una palmera en el mismo punto por donde él había pisado.

La retiraron de inmediato y como me sacaba tanta ventaja no tuve problema alguno, pero pasé intranquilo por esa zona, más retirado que mi predecesor.

Completé el kilómetro 20 en 3:23, a pocos metros de la marca de la organización, por lo que ya quedarían algo menos de 1.100 metros para terminar la carrera.

Me seguía encontrando fuerte, así que apreté un poco el ritmo pero con cautela, ya que me sonaba haber leído en el reglamento que la meta sería en el Complejo Deportivo Ciudad de Cádiz y tenía la impresión de que entraríamos en algún recinto.

Ya veía el arco de meta y la multitud a lo lejos, pero imaginaba que habría que girar a la izquierda y después ya estaría el arco de meta o algo así; había poca diferencia entre la medición del GPS y las marcas de la organización, no me cuadraba que se fuese a acabar ya la carrera.

Mientras mi mente divagaba en esos pensamientos, vi por el rabillo del ojo como una mujer que iba andando a paso rápido mientras hablaba con el móvil, giraba sin mirar y se metía directamente en mi trayectoria, a un par de metros de mi.

Le grité que tuviese cuidado, pero se debió asustar porque se quedó bloqueada en el sitio y finté para esquivarla en el último segundo, estuve a nada de arrollarla.

Notaba la descarga de adrenalina corriendo por el torrente sanguíneo, primero por el miedo y después por el enfado, pero por suerte no había llegado a pasar nada, así que aproveché el inesperado impulso para acelerar.

Completé el kilómetro 21 en 3:18 y estaba ya a unos 100 metros del arco de meta y ahí fue cuando me di cuenta de que ese era realmente el final de la carrera.



Aceleré tarde, ya que sentía que aún tenía gasolina en el tanque, pero ni por esas hubiese bajado los 11 segundos que me excedí de la hora y doce minutos.

Era una marca fenomenal, había arriesgado, había luchado y había conseguido el objetivo de completar la carrera por debajo de 3:25 minutos el kilómetro de media.

Seguramente sin viento el sub hora doce hubiese sido una realidad, pero teniendo en cuenta que hace un año tenía una nada desdeñable marca de casi una hora dieciocho en la distancia, la evolución es abismal.

Además, me hice con el noveno puesto y el octavo en la categoría, en una prueba con mucho nivel al ser Campeonato de Andalucía.

Nunca pensé que diría esto, pero conforme más series hago y más velocidad entreno, más me gustan las distancias cortas.

Los próximos grandes objetivos serán el parcial de 50 kilómetros en los 100 kilómetros de Burjassot en Abril y el Campeonato de España de 50 kilómetros en Santander en Junio, pero probablemente a partir de ahí tarde mucho tiempo en volver a superar la distancia de maratón.

En cualquier caso hay que seguir trabajando, ya que estos resultados no llegan solos ;)