XXXVII 100 Km de Cantabria Ciudad de Santander

Por Juan Andrés Camacho Fernández @CorredorErrante

Tras 4 horas de sueño y otras 4 de viaje entre coches y avión, aparcaba sobre las 10 de la mañana frente al Parque de las Llamas, que un año más, se convertiría en el epicentro del ultrafondo nacional.
Mientras esperaba para recoger el dorsal desayuné en La Toba, y me propuse ir a dar una vuelta para reconocer el circuito, pero un repentino aguacero (de los que habían estado azotando el norte desde que aterricé) me obligó a guarecerme en el coche.
No hice mucho más esa jornada, y tras otras 4-5 horas de sueño, a las 6 de la mañana del sábado 18, estaba aparcando de nuevo en la misma plaza, vestido de corto y preparado para dejar mi equipo y pasar el control de salida cuanto antes.

La temperatura era de 12º en ese momento, hacía bastante viento y la probabilidad de lluvia era de más del 80%, por lo que al final cambiaría las Terra, que llevaba en la mochila, por las Merrell Bare Access 4.

El resto de mi equipo consistían en la nueva equipación del Club Atletismo Fuengirola (calzonas negras y camiseta de aros verdes, de Joma) y el buff del V Ultra Trail Sierras del Bandolero, para recordarme a mí mismo lo que soy capaz de hacer aun en las condiciones más adversas, como las que se esperaban para la prueba.

Por el momento llevaba también un pantalón largo de chándal, y aun así salí del coche tiritando, pero en menos de una hora empezaba la prueba y habría que aclimatarse...

Me sorprendieron mucho varios aspectos de la organización, que para llevar 37 ediciones y albergar de forma oficial el campeonato de España y de Cantabria y de forma oficiosa, el militar, tuvo varias "lagunas".

La primera, que fue la que más me afectó, fue el tema del guardarropa, por el que ya había preguntado en la jornada anterior, y que se suponía que estaba cubierto.

Pues bien, al bajar a los vestuarios, nos sorprendimos con que el guardia de seguridad no quería que dejásemos nada allí, y nos dijo que él no se hacía responsable; subí a preguntar y me mandaron fuera, a la zona de salida, y tras tenerme un rato esperando ya vestido de corto, y sin ninguna respuesta clara, volví a guarecerme en el interior del Palacio de Deportes.

Allí, más corredores se quejaban del mismo problema, y como solución, nos dijeron que podíamos dejar las cosas en una esquina, y que aunque aun así ellos no serían responsables si faltaba algo, al menos sabíamos que estarían custodiadas.

Pregunté si podía dejar mi mochila en la zona de avituallamientos, ya que llevaba mis sales, barritas y un par de geles, pero me dijeron que no lo sabían seguro; ya eran las 6:40, así que, ojiplático, decidí pedir una bolsita para guardar la llave del coche de alquiler y meterlo todo en el maletero del mismo.

Estaba claro que no iba a ser lo mismo depender al 100% del avituallamiento de la organización que de las cosas que sé como me funcionan y cuando me las tengo que tomar, pero entre el frío, los nervios y el cabreo decidí correr "a pelo" y dirigirme a la zona de salida, donde comenzaron a llamarnos a los corredores.

De entre los corredores de la línea de salida tan solo conocía a Demetrio, de la II 24h Run, y a Karim el Hayani, de las redes sociales, que se había propuesto batir el récord de 100 kilómetros descalzo.


Oteando el horizonte en busca de algún claro


Finalmente, ni Cristina González García ni el resto de ultrafondistas de las 24 horas que estaban pensando acudir a la cita en Santander se presentaron allí.

Me fijé en que algunos corredores estaban dejando sus pertenencias en una de las mesas situadas a pocos metros de la salida, donde se encontrarían los avituallamientos, pero ya no me iba a arriesgar a ir corriendo al coche a por la mochila, dejarla y volver al cajón de salida.

Mientras terminaban de nombrarnos a todos, comenzó a llover, unos goterones gordos y fríos cuyo susurro comenzaba a invadir el Parque de las Llamas en un crescendo que interrumpió el pistoletazo de salida.


¡Salida!

Varios corredores del Luz Técnica Ultrafondo Cantabria tomaron la delantera, seguidos por Karim y otros corredores; yo me tomé la salida con la mayor calma que pude, pero aun así, más por supervivencia que por la euforia del momento, comencé a acelerar.

Lo primero que nos encontramos fue una pendiente en contra, que tras unos metros descendíamos, después un tramo más o menos recto al final del cual había que atravesar un tramo de césped, que en previsión de que se embarrase estaba cubierto por alfombras de plástico, y una segunda pendiente hasta el primer kilómetro.

Ahí girábamos a la izquierda, cruzábamos por un puente hacia el otro lado del parque, descendíamos ligeramente y volvíamos sobre nuestros pasos tras un giro de 180º para volver a internarnos en el parque, y con un nuevo giro, esta vez a derecha, atravesábamos un tramo más o menos recto hasta el segundo kilómetro.

El tercer kilómetro tenía una ligera pendiente de camino a meta, que dejábamos a la derecha sin pasar por ella, una buena pendiente a favor, y un tramo bastante recto y llano por el corazón del parque, donde pillábamos viento en contra mientras cada corredor iba buscando su posición.

El tercer kilómetro transcurría desde el final de la bajada hasta un giro por un puentecito de madera, y ahí pillamos el viento a favor hasta una larga pendiente que nos conducía a la meta.

Esa fue la primera de las 20 vueltas que teníamos que dar, que completé en poco más de 24 minutos, congelado de frío y empapado.


Pasándolo realmente mal...

Acababa de comenzar la prueba y estaba pasando un momento realmente duro, a nivel físico y existencial, debido a la climatología.

Mientras aceleraba, buscando entrar en calor, me puse a recordar mentalmente, intentando buscar alguna situación similar donde la climatología me pusiese a prueba de esa forma, pero es que ni en Castro Marim en 2014, en el Maratón de Madrid de 2015 ni tan si quiera ese mismo año en Bandoleros me había caído encima un aguacero así, que por la pinta del cielo, podía acompañarnos durante toda la prueba...

Al paso por la segunda prueba llegué a plantearme salir del circuito para ir al coche y coger el cortavientos, pero poco a poco iba entrando en calor (salvo en los tramos con viento en contra) y parecía que, tras una primera hora infernal, la lluvia cesaba su intensidad.

Me encontré solo en el circuito, con Demetrio aun por detrás (lo que me sorprendió, ya que sé que es un pezado de atleta que en este tipo de pruebas está muy por encima de mí) y sin ninguna referencia por delante, salvo una corredora que ocupaba la segunda posición femenina, Trini, y otro muchacho que al completar la segunda vuelta decidió acelerar el ritmo.

Decidí unirme a ella, y entre la conversación y el ritmo que llevábamos, muy constante, me fui animando y olvidándome del frío y el agua.


En la cuarta vuelta decidí parar a avituallarme por primera vez

No tenía hambre ni sed, pero tenía 100 kilómetros ante mí y no podía afrontarlos sin ir reponiendo, así que al completar la cuarta vuelta, decidí parar a beber por primera vez.

Cogí un botellín y me lo fui bebiendo poco a poco, sintiendo a los pocos minutos ganas de ir al baño.

Había visto a varios corredores pararse en mitad del circuito a orinar sin más, sin ni si quiera apartarse un poco, algo que me daba mucho apuro, por lo que pedí a Trini señas del baño y me dirigí a él.

Me pegué un resbalón al entrar con el que casi se me monta el cuádriceps derecho, y tuve que esperar unos segundos a que acabasen de orinar otros corredores con los que había coincidido, así que decidí que para la próxima vez, buscaría un hueco fuera.

Salí a buen ritmo, buscando recuperar a Trini para mantener el mismo ritmo que llevábamos, con el que habíamos recuperado incluso alguna posición pese a encontrarnos en los primeros compases de la prueba (hubo corredores que salieron como centellas).

En esa misma vuelta me dobló la cabeza de carrera por primera vez, y casi al término de la misma, le recuperé la posición a Trini.


¡A la caza de Trini!

El aguacero se tornó llovizna y por momentos incluso cesó, y, espoleado por el cambio en la climatología y el encontrarme tan bien físicamente, llegué incluso a subir el ritmo un punto; éste fue mi primer error, ya que junto al derroche de energía para alcanzar a Trini, decidí aumentar el ritmo sin haber llegado aun al ecuador de la prueba.

Tirando un poco


Pasando las vueltas...

Pasamos juntos el maratón, en 3 horas 39 minutos, y a partir de ahí comenzó mi suplicio.

Ya desde el comienzo de los relevos lo estaba pasando un poco mal anímicamente al ver que tantos corredores me pasaban y doblaban (aunque me fijaba solo en los que llevaban doble dorsal, de la modalidad individual), pero ahora, con el cambio de ritmo de Trini al enterarse de que su rival más directa se acababa de retirar, comencé a notar fatiga.

Además, tenía ganas de orinar de nuevo, pero me negaba a ir de nuevo al baño y perder otro minuto o dos cuando tanto los corredores como las corredoras estaban haciendo sus necesidades sin apartarse apenas del circuito, así que, con mucha vergüenza, me puse tras unos árboles y traté de alcanzar de nuevo a Trini.

Justo en el momento en el que había parado comenzó a escucharse el rumor del agua al caer, y nada más ponerme de nuevo a correr la tormenta que se había desatado sobre nosotros se encontraba en su cénit.

Al poco de coincidir con Trini en las primeras vueltas bromeamos sobre que ya el tiempo no podía ir a peor... pues bien, si que podía, ya que la que estaba cayendo ahora era horrorosa, con gotas que picaban en la piel al caer y una bajada de temperatura de varios grados en pocos minutos...

El agua se puso a nivel de los tobillos en varios tramos del circuito, por lo que los pies, al fin calentitos, volvieron a quedárseme helados, y al arrancar desde haber estado unos segundos parado me había quedado helado.

Se me estaban quedando agarrotados tanto los dedos de los pies como los de las manos, y de ir en tensión me estaba hasta empezando a doler la parte baja de la espalda.

En esa vuelta completé el kilómetro 45, a un ritmo que, de mantener en la siguiente vuelta, me daría mi mejor marca personal en 50 kilómetros, pero para colmo comenzaba a necesitar hacer aguas mayores, así que ya sabía que no lo lograría; aun así sabía que tenía las 10 horas a tiro, aunque cada vez las veía más lejanas...

Llevaba a Trini a unos 100 metros como mucho, pero ya antes de parar para ir al baño comenzaba a alejárseme, por lo que sabía que la segunda mitad de la prueba tocaría correr en solitario.

Me devolvió la vida entrar al interior de los baños, donde la temperatura era mucho más agradable, y tras un par de minutos obrando, volví al circuito, donde había cesado la lluvia momentáneamente y comenzaba a vislumbrarse un claro a lo lejos.

Completé el kilómetro 50 en 4:29:40, y decidí parar a avituallarme bien, ya que comenzaba a tener tanto hambre como calambres.

Cogí un trozo de naranja, un pico de membrillo, una barrita de muesli y un vaso de isotónica (no la había visto hasta ese momento), y decidí subir la primera de las cuestas de esa vuelta andando para ir comiendo con tranquilidad.

Fui trotando hasta la segunda cuesta, que subí de nuevo caminando, y ya al completarla y haber acabado de comer, volví a correr, con bastantes molestias musculares por todo el cuerpo, muchas de ellas por correr en tensión, como en codos, cuello y espalda, y otras debido a la fatiga de la prueba y falta de sales, como en cuádriceps y gemelos.

No había visto nada salado en el avituallamiento, pero al menos había dátiles, así que ese sería el objetivo de la siguiente parada, junto a más isotónica.

Intenté subir al trote la cuesta previa a meta, pero pudo conmigo y tuve que subir andando; la vuelta de los km 50 al 55 fue la más dura y lenta de todas, que cerré con un tiempo de 35:43.

Estaba hundido, pero la parte positiva era que aun subiendo las 3 cuestas más prominentes andando, si tardaba menos en avituallarme, podía mejorar esa vuelta, y así fue, sacándole casi un minuto tan solo con comer más rápidamente.

La temperatura comenzó a subir e incluso se asomó el sol por momentos, lo que comenzó a darme ánimos, y de verme fuera de carrera (el tiempo límite eran 13 horas), volvía a verme en condiciones de asaltar las 10 horas; de hecho, con la primera mitad de prueba que había realizado, tenía un margen muy amplio, pero la verdad es que me encontraba físicamente muy menguado.

Me comenzaron a pasar corredores a los que había pasado yo con Trini horas atrás, como algunos de azul del Atletismo Mieres y un par de corredores de Alicante.

La cabeza de carrera seguía doblándome cada pocas vueltas, y un goteo incesante de corredores de los relevos me iba pasando cada pocas vueltas.

El tramo del kilómetro 60 al 65 se me hizo eterno, cada vez andaba más metros antes y después de cada cuesta y me dolía más el cuerpo en general... para colmo, comenzó a llover de nuevo, con bastante fuerza pero aun nada comparado con lo que ya había caído, y se me cortó el cuerpo bastante en pocos minutos.

Al pasar por meta pregunté si alguien tenía un ibuprofeno para quitarme al menos el dolor muscular de espalda y cuello, y por suerte, tras un rato buscando, un señor me ofreció uno.

De momento no notaba nada, salvo más frío, pero era el momento clave de la prueba, y de mi decisión y actitud dependía el resultado de la misma.

Una parte de mi quería abandonar, darse una ducha caliente e irse a comer al McDonalds que se veía desde el giro del puente, pasado el primer kilómetro; la otra, quería luchar, correr, entrar en calor y dejar atrás los dolores y las penurias.

Me introduje mentalmente en el kilómetro 65 de la pasada edición de los 101 Kilómetros de Ronda, en esa cuesta eterna previa a la bajada hacia el cuartel donde me comenzaron a adelantar varios equipos de militares y el de los Viejos Lobos, y me metí tanto en el recuerdo que hasta dejé de sentir el frío.

Poco a poco noté como la tensión muscular comenzaba a desaparecer, no sé si fruto de mi trabajo "mental", del ibuprofeno o ambos, y comencé a correr más justo cuando la lluvia volvía a arreciar.

Decidí seguir subiendo las cuestas andando, y eran los momentos más duros porque parecía que no había avanzado nada desde por la mañana, horas atrás; seguía lloviendo (no tanto ahora, por suerte), tenía los mismos tramos con viento a favor y en contra y nos íbamos cruzando los mismos corredores.

En el resto de tramos iba recordando casi piedra a piedra el camino de los 101, y me puse "objetivo" para cada vuelta que me quedaba por delante.

No recordaba los puntos de memoria, pero en mi mente, el km 75 sería el cuartel, el 80 la ermita de Montejaque, el 85 la salida de Benaoján, el 90 el País del Barro, el 95 el Puerto de las Muelas y el 100 la Alameda del Tajo.

Entre los km 55 y 70 mi vuelta más rápida fue superior a 34 minutos, pero conseguí motivarme para andar cada vez más rápido en las cuestas y comer más rápido en los avituallamientos (me echaba un pico de membrillo a la boca y cogía una botella de agua que dejaba a medias en algún punto del circuito para seguir bebiendo en la siguiente vuelta), y conseguí "llegar al cuartel" casi clavando 33 minutos en esa vuelta.

Tuve que parar para ir al baño en la siguiente porque ya no aguantaba más (en un recodo del circuito), pero aun así "llegué a la ermita" clavando el mismo tiempo del circuito anterior.

Comencé a ver a corredores que sabía que me habían adelantado horas atrás, y entre la motivación mental doble que tenía (por recordar haber remontado desde ese punto en los 101 y por estar haciéndolo en ese momento) y la compañía de los otros corredores, me vine arriba.

De nuevo volvió a salir el sol, y ya, sabiéndome a menos de media maratón de la meta, me mentalicé para sufrir y me dispuse a subir una cuesta menos andando por vuelta (en ese momento estaba subiendo andando hasta la rampa pequeñita de los km 2 al 3, que nos llevaba a la zona de meta sin entrar por ella).

El tramo de los km 80 al 85 me salió en 32 minutos y medio, y del km 85 al 90 en algo menos de 31 minutos.

Estaba a 10 kilómetros de finalizar la prueba, llevaba en carrera 8:59:18 y sabía que de lo que pasase en las 2 últimas vueltas dependería que bajase o no de 10 horas.

Puede parecer solo una cifra, que de hecho, había olvidado desde que me metí mentalmente en los 101 kilómetros de Ronda (bastante tenía con seguir en movimiento), pero había algo más detrás de ella...

Desde antes de mi primera participación en los 101 en el año 2014 había leído muchísimo sobre el Spartathlon, una prueba 246 kilómetros que se celebra para revivir anualmente la leyenda de Filípides; no me entretendré ahora mucho explicándola, ya le dedicaré un artículo más adelante, pero mi sueño desde hace años era poder participar alguna vez.

Para ello, uno de los métodos de clasificación, hasta este año, era bajar de 10 horas y media en una prueba de 100 kilómetros, y a partir de la próxima edición, será de 10 horas, por lo que lo que pasase en la siguiente hora, sería crucial.

Si alguna vez me presento en la línea de salida del Spartathlon no será solo para "ver que pasa", iré para terminar la prueba, por lo que solo tener uno de los requisitos mínimos para participar no es suficiente, aunque me dije a mí mismo que si lograba bajar de las 10 horas, sería mi objetivo para 2017.

Desde que crucé por meta en el kilómetro 90 decidí no parar más a avituallarme ni orinar (aunque tenía ganas) y subir solo una cuesta andando por vuelta.

El tramo del km 90 al 95 lo completé en 29:21, realizando el mejor parcial desde el km 45 al 50 y llegando a la última vuelta con algo más de un minuto de margen, yendo a una media de 6, de conseguir el objetivo.

Volvía a los 101, una vez más, y me recordé a mí mismo afrontando las últimas bajadas a fuego con el frontal ya encendido, observando Ronda a lo lejos, llegando a la Cuesta del Cachondeo e intentando subirla a trote, e ir adelantando pese a ir andando hasta encontrarme al equipo del IV Tercio al final de la misma...

En el kilómetro 99 aproveché al viento a favor para tratar de mantener la velocidad y subir la última cuesta también corriendo, pero me clavé a la mitad.

El público fue bastante escaso, pero como en cada vuelta sin lluvia se agolpaban en la zona de ascenso a meta para animarnos, y al preguntarme y saber que me quedaban metros ya para llegar, rompieron en vítores y gritos de ánimo y me lanzaron hacia la meta con su apoyo.

Pese al paroncillo en la cuesta, el kilómetro 99 fue mi kilómetro más rápido desde el 43, al completarlo en 5:31.

Paré el reloj en 9:57:00, bajando por varios minutos de las 10 horas, y me dirigí a la carpa de meta para recoger el trofeo y medalla y un Powerade y me fui a las duchas.

Entiendo que era un momento estresante para la organización al tener al campeonato de España, de Cantabria, a los militares y a los relevos en carrera, pero la verdad es que su actitud fue un poco agresiva y me tuvieron un buen rato esperando de pie.

Finalmente me dijeron que no podían ayudarme, pero que el informático podría darme una copia de la clasificación provisional.

Me tomé mi tiempo para ducharme bien y cambiarme de ropa, y con el cuerpo realmente destrozado volví a la zona de meta para preguntar de nuevo por mi clasificación.

El informático estaba sacándole a uno de los organizadores copias de los diferentes campeonatos, así que me tocó esperar otro rato (esto lo veo totalmente comprensible) y finalmente me dijo que podía ver mi posición online.

No aparecía en el listado, y me dijo que habían habido bastantes incidencias y había que depurar datos, pero que si me buscaba por dorsal aparecería.

¡Por fin me encontré! el problema podía ser que al llevar el dorsal en la mochila y pasar por meta hubiese seguido contando como que estaba en carrera o algo así, pero el chico de informática me dijo que en unos minutos lo actualizaría y estaría bien.

Esperé hasta que así fue y me sorprendió enormemente que provisionalmente, ¡aparecía como campeón de España senior!

El año pasado, me contó Trini que hubo también incidencias (por lo visto más graves, ya que se fue la luz), y pese a ser campeona femenina la colocaron como cuarta, así que decidí no hacerme muchas ilusiones e irme a comer.

En el Mcdonalds me encontré a Constan y su mujer, también comiendo; él había realizado un carrerón, acercándose mucho a las 9 horas, y estuvimos charlando sobre el Spartathlon, al que tratará de asistir también el año que viene, y diversas ultras en las que hemos participado ambos.

Cuando volví al parque seguía apareciendo en la clasificación como el primero en senior masculino dentro del campeonato de España, y me acerqué a preguntar por la entrega de premios.

Me acerqué a unos muchachos, no sé si del público u organización, cercanos a la carpa de meta (con el dorsal-chip en el coche) y les pregunté por la entrega de premios, y me dijeron que ya se habían entregado varios.

Les pregunté, sorprendido, si mi categoría se contemplaba o solo la absoluta, y no supieron decirme, pero me dijeron que otros años se había pedido marcas mínimas para recoger las medallas.

Iba a acercarme de nuevo a la carpa de la zona de meta, pero estaban bastante ajetreados en ese momento, me estaba quedando helado y tenía el cuerpo molido, así que decidí irme al hostal, ya que a las 5 de la mañana de la mañana siguiente debería estar en pie.

Antes de acostarme consulté la clasificación y ya aparecía como segundo clasificado (además, el primer senior me sacaba casi 2 horas), pero del resto de seniors que tenía por delante (Karim, que logró el record de 100 km barefoot con 8:37:00 y Constan), no corrían dentro del campeonato de España, así que, salvo futuras correcciones, quedaba en segunda posición.


Con un asterisco los 2 primeros M-S del campeonato de España

Me alegró ver que Trini fue campeona femenina, sacándome al final cerca de 5 minutos, y sin saber muy bien como colocarme en la litera de la posada cuya habitación compartía con otros 9 viajeros, en su mayoría inmersos en alguna de las variantes del Camino de Santiago, me dispuse a caer en los brazos de Morfeo.

Así acabó una dura aventura, tanto por correr en solitario y con unas circunstancias tan duras para lo que estoy acostumbrado (sobre todo por el clima y no tener a mano la comida y bebida que suelo usar), como por hacerlo tan lejos de casa y con tantas horas de viaje (y tan pocas de sueño), pero me voy muy feliz por haber sido capaz de bajar de las 10 horas.

La prueba en sí tiene un circuito muy bueno, que no se me hizo para nada pesado, y el ambiente fue fenomenal, pero desde mi punto de vista creo que tiene mucho que mejorar; como siempre, me despediré con lo mejor y lo peor de la prueba al final de la crónica.

A día de hoy sigo como subcampeón de España en senior, pero tampoco he tenido tiempo para escribirle a la organización para preguntar si podía o no optar a la medalla y pedir que me la envíen a contrareembolso (tengo muchas y realmente me da igual, pero mi familia me ha convencido de que intente que me la envíen); en cualquier caso, con medalla o no, he cumplido con mi objetivo, y a nivel de competición, si hasta la próxima Marcha de la Cueva del Gato no compito, no pasará nada.

De momento toca recuperar, centrarse en el trabajo y la familia y volver poco a poco a los entrenos.

¡Un abrazo y feliz verano a todos!


Lo mejor
-Pese a las cuestas, el circuito es rápido, tiene pocas curvas y al cambiar superficie (granito, madera, asfalto...) no se hace nada monótono.

-El avituallamiento proporcionado por la organización fue bastante amplio (aunque faltaron productos salados) y estaban reponiendo completamente; había membrillo, dátiles, chocolate, orejones, barritas de muesli, sandía, naranja... una gran variedad.

-No acompañó el día, por lo que entiendo que la animación de la prueba no fuese su punto fuerte, pero a poco que salía el sol había publico animando, sobre todo en la zona de meta.A mejorar


-Creo que la comunicación entre organización y corredores debe ser siempre muy importante, sea con carteles, especificándolo en el reglamento o directamente en viva voz, y con el tema del guardarropa hubo muchos corredores que como yo se quedaron a cuadros cuando, a pocas horas de la salida, no supimos donde dejar nuestras pertenencias con la tranquilidad de saber que estarían controladas.

-Por otro lado, aunque más o menos en la misma línea, creo que se debería específicar más en el reglamento tanto el coste de la prueba como en las clasificaciones, ya que en mi caso pensaba que con los 10 euros pagados a la federación bastaba, cuando tenía que pagar 40€ más.

Es cierto que en el reglamento viene, pero al estar en apartados tan separados es confuso, y en la mañana de la prueba un corredor indignado se negó a pagar ese dinero, haciendo pasar un mal rato a la muchacha que entregaba los dorsales que no tenía culpa alguna, un malentendido y mal rato que, redactando bien las cosas, se puede evitar perfectamente.

Por el lado en las clasificaciones, se dice:

"A partir de las 16:30 horas a los 10 primeros hombres y mujeres. Igualmente a los podium de los campeonatos ya sean de España o de Cantabria.

IMPORTANTE

A partir de 11º Clasificado hombres y mujeres se les entregará en trofeo y la medalla una vez llegada a meta en la carpa junto a meta entregando su dorsal.

Todos los participantes de los 50 km, 60 km, 70 km, 80 km y 90 km se les entregará también en la carpa junto a meta una vez que finalicen, debiendo dar el dorsal."A las 16:30 yo seguía en carrera, y en la clasificación absoluta no estoy entre los 10 primeros, aunque sí en mi categoría absoluta y entre los 10 totales que corrieron dentro del campeonato de España; leyendo esto, aun hoy, no sé muy bien si opto a medalla por el campeonato de España o no y si me la deberían haber dado al pasar por meta o debería haberme esperado in situ para subir al podio.

-Y para finalizar, sobre todo para los que acudan desde fuera, un seguimiento activo desde las redes sociales sería muy de agradecer, ya que se comentaron algunas cosas sobre la cabeza de la prueba, pero no se aprovechó el potencial de las mismas para, por ejemplo, ir subiendo fotos, comentarios o la propia clasificación provisional.