11 abril 2014 por JLeoncioG
Y que ya no se descargan bobinas en la calle de Salamanca, ni que se oyen los ruidos de la rotativa calentando motores según caía la tarde, maquinaria que vomitaría lo que pasaba en la vida, o que no pasaba hasta que salía lanzado impreso en un papel amarillento y almidonado.
¿Qué será de nosotros ahora que ya no está don José? Y que no se le verá altivo y estirado por La Salle hacia el barrio de Buenos Aires, con el maletín colgando como un apéndice en el que se suponía que estaban todos los scoops de nuestro terruño, del que nos usurparon los españoles y tenía una hora distinta, un lugar distinto, un habla distinto y hasta un corazón distinto.
¿Qué va a ser de nosotros ahora que las noticias de hoy ya las conocimos ayer? Y el cortapega de las redacciones ya no vale para nada, porque todo lo que dicen las letras impresas ya lo supimos hace muchas horas, matizado, modelado, contrastado o no.
Y nos dio tiempo de pensar en todo esto, porque no se trata de una repentina sorpresa, sino de una muerte anunciada, pero no lo hicimos porque éramos reyes en el trono de nuestra cajita a tres columnas, y en nuestra foto a dos, y en la firma debajo de la data. Y dejamos de mirar porque no nos interesaba lo que veíamos, y creíamos que no iba con nosotros, que era mucho más “romántico” leer en papel.
Nunca pensamos que con el romanticismo no se pagan hipotecas.