Pero no sé si será porque este ha sido con diferencia de los últimos diez que menos he podido ver Carnaval, o que llevamos un febrero de lo más primaveral o qué sé yo, pero sentimiento "semanasantero" que diría aquél, cada día que pasa se hace mayor.
Y es que desde el ayuntamiento se ha decidido que no hay motivos para renovarle la licencia a la familia que desde hacía más de treinta años regentaba el puestecillo. Una pena, otra muesca más en la Sevilla que está convirtiendo Espadas. Una Sevilla fría, sin carácter y enfocada al que viene a dejarse el dinero de fuera. Ojo, que eso está muy bien, que hay que intentar que los comerciantes hagan dinero y prosperen pero no a costa de la esencia, y un puesto de incienso en una calle estrecha del centro, lo es.
Y así trascurren los días, entre la ilusión de volver a vivir Sevilla en su máximo esplender de color y belleza y la resignación de ver como cada día que pasa se vuelve un poco menos Sevilla y un poco más guirilandia.
Reitero que así es como yo lo veo, que lo mismo hay otras personas a las que les parece muy bien la gestión actual. Ni tengo el placer de conocerlos ni el interés tampoco.
Y ya me voy a ir yendo, despacito, sin correr, con el izquierdo por delante... y como este año vea/escuche a un guiri aplaudir la recogida del Cristo de Burgos, sí que me voy a enfadar del tó.