¿Y ahora qué?

Publicado el 27 agosto 2019 por Revista Pluma Roja @R_PlumaRoja

Cuando un gobierno quiere tomar control absoluto de su pueblo se ayuda con herramientas muy eficaces para lograrlo: la palabra (como propaganda), la violencia (como adormecedor), la escasez (como sensación de vulnerabilidad). Es sabido que las relaciones de poder siempre tienen la tendencia a volverse peligrosas y que depende de las partes involucradas que esto no suceda. Sin embargo, cuando el poder recae exclusivamente en una de las partes, se pierde la posibilidad de la negociación y se eliminan las instancias de reconocimiento del otro como un semejante. Ante esta situación, las tres herramientas que mencionamos anteriormente son las únicas que a la parte abusadora de la relación le interesa tomar en cuenta. A una sociedad que vive bajo un yugo tal (puede ser en una dictadura o en una democracia) se les conoce como sociedades de control. En ellas la capacidad de reflexión de la parte indefensa es muy baja y la libertad de expresión es nula. La palabra se encuentra en posesión del opresor y se utiliza sólo cuando es necesario asustar, influenciar o distraer al pueblo.

Esto último provoca que la producción de la verdad le pertenezca sólo al opresor y sea única e incuestionable. Se borra la historia, se dice que lo realmente importante es el presente, ignorando que quien controla el pasado controla también el futuro. Es decir, se le hace creer a cada miembro de la parte oprimida que el pasado no es importante ni le pertenece mientras que el futuro es un lugar oscuro donde él no puede intervenir porque ya no existe como individuo, sino sólo en cuanto parte de una masa que no posee nada más que presente. Es muy fácil lograr que los individuos se sumerjan en esa situación sin cuestionarla. Basta sólo con quebrarlos sicológicamente al darles un bienestar aparente que no quisieran perder y, por lo tanto, se ocuparán menos de quejarse, de actuar para cambiar su presente, pues prefieren la seguridad de lo que poseen en ese momento que la inseguridad de la lucha, aunque tengan razones poderosas para llevarla a cabo. Es que la resistencia siempre es la misma: el pueblo desarmado, sin herramientas reales para salir de su situación. El gran golpe que nos dieron ya fue ejecutado, ahora estamos adormilados pues el dolor nos quitó la posibilidad de pensar el futuro… ¿Y ahora qué?

Por Cristal