¿Y ahora qué? (la previsibilidad y el interés)

Publicado el 17 abril 2014 por Escrilia @escrilia

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Usted está escribiendo una escena que corta el aliento, llena de energía, vitalidad y adrenalina. El personaje principal tiene su objetivo, está motivado y hay mucho en juego. El héroe pone su máximo esfuerzo en la tarea.

Y sin embargo…

En su persecución hay uno o varios adversarios altamente incentivados, haciendo todo lo necesario para detener o neutralizar a nuestro héroe.

Y sin embargo…

Todo está bien situado, los elementos que componen una buena escena están presentes.

Y sin embargo no funciona. La escena resulta plana, la acción predecible, y aunque todos los ingredientes invitan a un evento emocionante, el resultado es aburrido. ¿Por qué?

Es probable que sea porque no todo lo que hace nuestro personaje es automáticamente interesante para el lector. Puede que esté desafiando a la muerte o en una misión trascendental que salvará la humanidad, pero los objetivos, los obstáculos, el sentido de lo que está haciendo no es tan importante como la forma en que lo hace.

Si el súper agente secreto Tim Best está por salvar el mundo de explotar, eso establece el escenario, el marco. Si todo lo que tiene que hacer para lograrlo es presionar un botón de apagado, entonces la escala de la escena pierde todo el sentido. Aunque sea un botón realmente grande, con un diseño muy vanguardista y el héroe lo deba pulsar con fuerza y determinación, nadie se preocupará demasiado por eso.

Hay una tendencia entre los escritores en ciernes que apunta a la producción de textos técnicamente pulidos, pero sin alma. Estos aprenden las técnicas básicas de la producción de una escena emocionante, pero sin poner suficiente énfasis en tener una buena idea que funcione como el corazón de la misma.

Una historia es algo más que “cosas que pasan” una tras otra.

El dominio de la técnica, sin ideas originales, produce novelas que se ven prefabricadas. Construidas de forma impecable se sienten como túneles en los que no hay otra opción que salir por el otro extremo. Por más decoradas que estén las paredes, después del primer impacto quedan en segundo plano, dando paso al tedio.

Un hombre que simplemente está persiguiendo a otro hombre, no importa lo bien que usted describa el esfuerzo, el sudor, los latidos de los corazones, se leerá plano y anodino sin una buena idea. No importa lo motivado que está el hombre que escapa, o qué tan brutal es el asesinato que el otro hombre ha planeado. Simplemente tener a uno corriendo atrás del otro no es interesante.

En una película quizás pueda salir airoso de la situación, con un estilo visual atractivo, una edición ágil, una música atrapante, todo esto puede ayudar a manipular a la audiencia. Pero al escribir usted no tiene esos trucos a su disposición.

Aunque Juana escape de la guarida del asesino, con ese cruel hombre lanzado en su persecución, y ella esté en medio de un bosque y sin saber realmente dónde está, y ella va corriendo, tropezando con raíces y rocas, con los sonidos de la persecución arrastrándola a sufrir un verdadero ataque de pánico… es un escrito aburrido, predecible, visto. Es lo mismo que tenerlos en una pista de carreras, corriendo tan rápido como pueden en un círculo, sin sentido.

Enmarcándolo en una idea original, añadiendo obstáculos imaginativos, mostrando la adaptación de los personajes a las circunstancias siempre cambiantes, aplicando implacablemente las consecuencias de sus actos, provocando lo inesperado, revelando detalles que expliquen la situación justamente al revés de lo que parecía en un principio… sólo de esa manera las escenas se volverán vívidas e interesantes para el lector.

La simple idea de la dificultad, de peligro y de riesgo puede hacer que una escena de acción se perciba como técnicamente completa, pero esos eventos son genéricos, indefinidos y requieren las mismas soluciones simples de siempre. Eso no significa que esas soluciones sean fáciles, pero son predecibles. Al igual que un alpinista que escala una montaña, su ascenso es difícil, pero resumiendo es sólo poner un pie delante del otro. Para quien lee, esa acción repetida se torna aburrida.

El objetivo de mostrar a su protagonista haciendo cualquier cosa, ya sea una acción de alto octanaje o algo cotidiano y mundano, es para que el lector vea qué clase de persona es ese personaje, sus peculiaridades. Así que cada vez que un personaje esté en una situación de presión, lo primero que debe tener en cuenta no es lo que haría cualquier persona para resolver la encrucijada, sino lo que haría a esta persona en particular en esta situación. Y si lo que hace es lo que cualquiera probablemente haría, entonces usted necesita volver a evaluar por qué es el personaje principal de su novela.

El problema es que la versión más simple (aún aderezada con descripciones melodramáticas) se siente perfectamente plausible, pero eso es lo que convierte en aburrida su lectura.

Imagine una pelea en la que le pegue, entonces usted me golpea, y luego le pego, luego me pega, todo muy visual y con una descripción dinámica y detallada, hasta que una persona se cae. Es muy lineal. Mientras que si en vez de eso yo le golpeo, usted me lanza un puñetazo, me agacho y le agarro de la hebilla del cinturón, intenta darme una patada en la entrepierna, me voy para atrás pero me tropiezo… la variación en la acción, la interacción, la reacción a la conducta de los otros, hacen que la escena sea más interesante y vívida.

Y no es así solamente en las escenas de acción. Si Pedro tiene el anillo de diamantes y planea hacerle la proposición de casamiento a Victoria, se siente nervioso y no está seguro si es el momento idóneo, usted va incrementando su ansiedad durante toda la cena y finalmente hace la gran pregunta, perlas de sudor formándose en su frente mientras espera la respuesta… parece ser una escena con una correcta construcción dramática, pero no es así.

Cuando usted establece un objetivo para su personaje e inmediatamente alcanza esa meta, el esfuerzo emocional y físico es puramente arbitrario. Su personaje puede actuar de esa manera porque está en su naturaleza, pero para el lector esta motivación no está tan clara y tampoco el consiguiente curso de acción derivado de ella.

Pero si, en cambio, Pedro llega al restaurante y ve a su novia hablando con su ex marido ¿cómo reacciona? Es cuando los personajes reaccionan en tiempo real a los eventos que suceden (en vez de ajustar sus movimientos a un plan premeditado, incluso a uno muy elaborado y difícil) que las historias se vuelven atrapantes.

Usted como escritor controla todos los aspectos del entorno de sus personajes y puede hacer que el argumento que ha planeado funcione a la perfección. El lector lo sabe, y por ello si siente que todo es demasiado estructurado y lineal no se sorprenderá ni se emocionará. Debe interpretar los eventos en la trama como fuera del control del protagonista y la reacción de los personajes a dichos eventos como adaptaciones derivadas de su personalidad.

No importa si la persona que estaba escapando finalmente lo consigue o no, el viaje desde un extremo de la escena al otro no debe ser una línea recta, debe ser una constante lucha entre lo que el personaje tiene planeado hacer y lo finalmente que se ve obligado a improvisar.

La percepción del lector debe ser traspasar continuamente cortinas y velos que no le permiten ver claramente el camino que tiene por delante el personaje, generando la intriga por conocer el destino, unido a las elecciones que el protagonista toma a cada paso.

La previsibilidad incita a abandonar la lectura, por más bien contada que esté.