Hace unos días nos dejó un gran humorista mexicano Roberto Gómez Bolaños más conocido como “Chespirito”. Interpretó a los míticos personajes del Chavo del Ocho, el Chapulin Colorado o al doctor Chapatín. Series que nos hicieron pasar unas entretenidas y divertidas tardes en la pequeña pantalla.
Y es que el humor es parte de nuestra vida, y las personas que trabajan para provocarnos una sonrisa son auténticos promotores de salud, y merecen todo nuestro respeto y admiración.
A veces los médicos olvidamos sonreír, tal vez será por nuestro intenso ritmo de trabajo, por esas interminables y completas agendas de atención primaria o quizás por el poco tiempo que tenemos para dedicarle a nuestros pacientes, en ocasiones ridículamente inferior a los 5 minutos. Pero sea por lo que sea, nos olvidamos que una sonrisa es también un buen aliado terapéutico.
Los que me conocen saben que detesto a aquellos profesionales que deciden jubilarse en un servicio, siguiendo la ley del mínimo esfuerzo a la perfección, escapándose de sus obligaciones como un gato del agua fría y que descargan su frustración sobre sus pacientes. Y es que entiendo que es difícil sonreír cuando se trabaja sin interés o pendiente de las manecillas de un reloj.
Pero a veces no cuesta nada regalar una sonrisa y algo de comprensión desde nuestra consulta, un plus muy valioso aunque no sea un item contemplado en la nómina.
Espero que los residentes de medicina de familia, aprendan a ejercer su profesión con ilusión, entusiasmo y responsabilidad, pero que no olviden añadir una pizca de sentido del humor, empatía y amabilidad cuando tratan a sus pacientes. porque ellos se lo agradecerán.
Y es que ningún laboratorio podrá fabricar un medicamento que te haga tan feliz como lo puede hacer otro ser humano.
Muerto el chapulín colorado, y ahora ¿quién podrá defendernos?
J.M. Salas {Con Tinta de Médico}