Es innegable que la masonería, en su acepción más pura, proviene del momento en que el hombre decidió hacer su primera construcción, con objetivos más allá de la habitabilidad técnica.
La capacidad de crear a partir de ideas, es un proceso que va trabajando progresivamente en la mente humana y requiere de la adquisición de conocimientos y la práctica del oficio, que con el devenir del tiempo, va permitiendo al hombre, alcanzar logros más complejos; más aún, cuando la creación que se busca es de grandes proporciones, donde se necesita el concurso de varios. El hombre se ve impulsado a hacer valer sus ideas y liderar a otros, en el deseo y la necesidad de lograr sus objetivos. Lo anterior implica, diversas capacidades, pero en principio es necesario el orden y la priorización de tareas. Este orden y priorización de las ideas y tareas, necesariamente lleva al grupo a ordenarse también y a establecer jerarquías y normas, en función del trabajo que cada uno aporta a la concreción de la idea que se pretende materializar. Así inicialmente hay un orden interno, referido a las ideas y un orden externo, dirigido a las acciones e implicado en la asignación de tareas y aprovechamiento de habilidades de cada uno de los miembros del grupo que ejecuta la obra.
Estas habilidades, necesariamente hicieron del masón un hombre particular que seguramente en el ámbito de las civilizaciones antiguas, podía ser considerado un "mago", pues era capaz de pasar de una idea plasmada en un papel o soporte planimétrico, a una obra tangible. El masón, con toda seguridad, debía conocer temas diversos, pues era necesario que hiciera construcciones perdurables y funcionales, que cumplieran de forma eficiente, las funciones para las que eran creadas; más allá incluso de la propia vida.
Hasta este tiempo histórico, los constructores, tenían entonces que ser hábiles en el manejo de la madera, los metales, la piedra y en general los materiales con los que se construía entonces, lo que es lo mismo que decir que el masón manejaba los cuatro elementos y los hacía obedecer su voluntad, además de que debían manejar, las matemáticas, la geometría y otras artes relacionadas con el mundo de las ideas, que iban develando sus secretos a aquellos que eran suficientemente perspicaces y constantes como para formularse las preguntas adecuadas y encontrar las respuestas para los problemas planteados. Adicionalmente tenían también que ser hábiles observadores de la " ciencia natural" que hoy llamamos física y comprender como la naturaleza funcionaba, a fin de que sus obras perduraran en el tiempo, mucho más allá de su propia existencia.
Es un factor común a todos los tiempos, una separación claramente establecida entre los gremios que intervienen en la obra, donde se observa un primer grupo de hombres dedicados a la obtención de las piedras adecuadas y necesarias, que podríamos darles el nombre genérico de canteros de la piedra bruta, que en la obra tenían la misión de seleccionar, de todas las piedras, las más adecuadas para el trabajo y darles una forma básica y tamaño adecuado para su posterior uso; un segundo grupo de hombres, que teniendo ya experiencia se dedican a tomar esas piedras estandarizadas en un comienzo y darles formas especificas y mas cuidadas; finalmente un grupo de hombres llamados maestros de obra, que conocen el secreto y tienen los planos de lo que será la obra final, que toman entonces las piezas, que hasta ese momento parecen ser individuales y las unen para dar forma a lo que se construye.
Aparecen así las logias, como cobertizos cercanos a la obra donde los maestros transmitían el conocimiento a los aprendices, durante los descansos. Tiempo en el que también, se transmitían los trucos y habilidades a aquellos que demostraban mayor cualificación y desde donde se gestaba con el ordenamiento la herencia del maestro. Pronto se hace necesario y conveniente para los hombres de entonces que estos lugares fueran de alguna forma cubiertos; por diversas razones, entre las que se implican, el clima y sus inclemencias, y la necesidad de que el secreto quedara a buen resguardo y no cayera en manos de quienes no tenían la cualificación y que por tanto podían manejar esos conocimientos de forma inadecuada.
Así llegamos a la época romana en la que los "Collegia Artificum" o colegios de artesanos y de entre ellos los colegios de arquitectos o "Colllegia Fabrorum" revisten particular importancia dado el afán de colonización del imperio creciente. Las legiones romanas se hacían acompañar por estos colegios a fin de que, en los territorios conquistados se edificaran caminos, acueductos, puentes, viviendas y en general, todo lo necesario para consolidar la conquista, haciendo la presencia romana permanente en los nuevos territorios. De particular interés es la configuración de estos colegios que generalmente estaban conformados por un "Magister" o maestro y dos "Decuriones" o guardianes, cada uno encargado de una sección que en mucho se asemejan a los vigilantes modernos, además de otros oficiales, tales como el "Escriba" o secretario, un "Thesaurensis" o tesorero y un "Sacerdos" o sacerdote, pues no olvidemos que estos colegios anexan la adoración religiosa al oficio, adicionalmente habían "Seniores" o supervisores o maestros, "Jornaleros" y "Aprendices".
Nicolás Quiles
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R:.H:.R:. A:.C:.L:.G:.L:.R:.B:.V:.(2011-2013)
V:.M:. Res:.Ben:. y Cen:. Logia "Estrella de Occidente" No. 50 (2011-2012)
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