José Manuel Naredo, Público
Los precios de los anuncios de vivienda aceleraron su caída durante el año en curso, manteniendo una tendencia a la baja que dura ya más de cuatro años. Fue en mayo de 2007, cuando iniciaron su continuado descenso, tras haber moderado su crecimiento en 2006. Estos, y otros datos, evidencian que el mercado inmobiliario español venía dando ya síntomas de agotamiento antes de que explotara la crisis monetaria internacional, a raíz del affaire de las hipotecas subprime estadounidenses en agosto de 2007. No, la crisis financiera foránea no motivó la propia, como algunos dicen, sino que solo la agravó. Y la continuada caída de los precios inmobiliarios desmiente los vaticinios de estabilización e incluso de repunte lanzados para animar a los compradores, en un prolongado afán de moldear la realidad lanzando eslóganes interesados.
Recordemos cuántos financieros y analistas de pro negaron primero la existencia de burbuja inmobiliaria y entonaron después –con Emilio Botín a la cabeza– aquella jaculatoria que prometía un “aterrizaje suave”. Estos vaticinios se vieron pulverizados por años de abruptas caídas en la actividad y los precios inmobiliarios, con consecuencias de todos conocidas. Explican la mayoría del paro, los impagos y las pérdidas patrimoniales que está sufriendo el país y que motivan su crisis financiera. La duración del ajuste inmobiliario refleja la magnitud de los excesos de endeudamiento, edificaciones y promociones que hay que purgar, a la vez que abundan las personas sin vivienda.
Un reciente informe estadístico del Ministerio de Fomento sobre el panorama inmobiliario de 79 ciudades españolas muestra la importancia de dichos excesos. Resulta que al stock de 688.000 viviendas nuevas no vendidas –estimado por ese mismo ministerio para finales de 2010– y al de cerca de 700.000 viviendas usadas puestas en venta por particulares, se añade otro de cerca de un millón y medio de viviendas previstas y no terminadas sólo en los desarrollos de las 79 ciudades analizadas. Lo que eleva el stock de viviendas en venta o en promoción a cerca de tres millones, pidiendo a gritos una reconversión inmobiliaria que brilla por su ausencia entre las propuestas electorales de los partidos que nos quieren gobernar.
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