Dentro de ese mundo de internet proliferaron todo tipo de actividades y acciones, desde sustituir la carta a la tía Jacinta por algo conocido como "correo electrónico", hasta crear una enciclopedia libre y colaborativa que llamaron Wikipedia. También desarrollaron programas para compartir archivos, los "p2p", de los que los más exitosos fueron el emule y el torrent y cuya principal característica, de la que venía su nombre genérico, era que permitían compartir contenidos entre usuarios finales, sin intermediarios, "par a par".
En poco tiempo las redes p2p crecieron como la espuma y millones de personas se encontraban compartiendo de forma libre contenidos principalmente culturales: música, películas, libros... Había unos a los que llamaban "uploaders" (subidores, para entendernos), que eran los que más activamente proveían de contenidos a las redes, pero todos colaboraban en su difusión y mantenimiento, porque los programas premiaban a los que más colaboraban y penalizaban a los que no lo hacían. La gente ya no dependía de que una editora decidiese publicar tal o cuál obra, o de que un programador viese negocio en poner tal o cuál película en un cine o en una cadena de televisión, se acabó el ostracismo al que los mercados habían condenado a determinadas zonas geográficas, de repente obras olvidadas volvían a ver la luz y se difundían a los cinco continentes.
Ahí precisamente estaba la fuerza que los hizo invulnerables a todos los ataques que les vinieron desde los mercaderes: ya no eran sólo individuos, eran una comunidad. Millones de personas comprometidas en poner su tiempo, su esfuerzo y su trabajo desinteresado al servicio de una idea: hacer accesibles todos los contenidos culturales a todo el mundo, sin condiciones de origen, ubicación o capacidad económica. Algún loco llegó incluso a pensar en que eso era lo más parecido a la mítica biblioteca de Alejandría que podía imaginarse. Esa comunidad, que se creía solo virtual, insospechadamente llegó incluso a adquirir corporeidad en algún país de la periferia terráquea cuando el gobierno de turno intentó aprobar una ley que la intentaba perseguir, salieron juntos a la calle y dieron lucimiento a un anodino acto público.
Conviene señalar aquí que dos eran los pilares que sostenían la filosofía de esa comunidad: la voluntad de compartir y la absoluta carencia de ánimo de lucro, dos conceptos revolucionarios por mal vistos en la dirigencia de ese tiempo.
Poco a poco esas empresas fueron descubriendo su verdadera cara y empezaron a entorpecer las descargas gratuitas: tiempos de espera cada vez más largos, códigos de reconocimiento, limitaciones de cantidad de megas descargados... Su objetivo: que la gente pagase por descargar. Y lo consiguieron, mucha gente empezó a comprarles cuentas premium para poder tener todo ya, abandonando lo que hasta entonces había sido su proyecto por viejo y lentoooooo: el p2p. Después, algunas empresas convirtieron a los usuarios también en negociantes, ofreciéndoles dinero en función de la cantidad de descargas que tenían sus archivos. Para entonces el ambiente en muchos foros estaba ya bastante enrarecido: robos de enlaces, denuncias entre usuarios... Sí, el capitalismo se había infiltrado en la comunidad y había impuesto su ley.
En el día de hoy se puede decir que la humanidad ha vuelto a la prehistoria y que como entonces, conseguir ver una película de Dziga Vertov, por decir algo, es una azar que depende de la voluntad de otros y de la rentabilidad que pueda haber detrás de ello.
El futuro evidentemente es imprevisible, aunque es de suponer que la maquinaria del dinero tendrá previsto un sustituto rápido, quizá legal y seguro más caro, para llenar el enorme hueco de negocio dejado por las páginas cerradas y que sirva para saciar la avidez de consumo que han sabido generar una vez más. La incógnita es si todavía está latente esa potente comunidad que se creo en torno a las redes p2p, si será capaz de sacar sus propias enseñanzas de lo sucedido en todo este tiempo, recomponerse y dar la espalda a nuevos agentes externos que pretendan conducirla por el camino correcto... para ellos.
Vosotros, queridos lectores planetarios, la mula, el torrent, o lo que queráis inventar, diréis...
Pd.: Una nota para los autores, que igual por aquí pasa alguno. Quizá convendría también pararse a pensar, ser inteligentes y colaborar en la posible construcción de esa comunidad...