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Y eso fue lo que pasó. Natalia Ginzburg.

Publicado el 01 octubre 2018 por Meg @CazaEstrellas
"Yo le dije:
—Dime la verdad.
Y él me contestó:
—¿Qué verdad?
Dibujó a toda prisa en su cuaderno y me lo enseñó: un tren muy largo con una gran nube de humo negro y él asomándose por la ventanilla y saludando con un pañuelo.
Le pegué un tiro entre los ojos".

Y eso fue lo que pasó. Natalia Ginzburg.
Leí este comienzo impactante en la biblioteca, y no dudé en llevarme el libro. No había leído nada de Natalia Ginzburg (Palermo,1916-Roma, 1991) hasta ahora, por lo que no puedo comparar con otras obras. Esta fue su segunda novela. Cuenta Ginzburg en una nota al comienzo que  cuando escribió esta historia buscaba ser sentirse un poco menos infeliz de como se sentía, pero que fue un error buscar consuelo en la escritura. Estaba pasando por momentos muy duros (perdió a su marido 3 años antes en la Segunda Guerra Mundial), lo que sin duda se deja ver en estas páginas. 
En esta ocasión conocemos a una joven maestra destinada a dar clases lejos de su localidad de origen y de su familia. Entre su trabajo y la pensión donde vive transcurren los días hasta que conoce a Alberto, un hombre ya maduro con el que comienza a salir. Pasan horas juntos, están a gusto uno en compañía del otro. Nuestra protagonista empieza a fantasear, a imaginar una historia de amor como la que vive su amiga Francesca, mucho más adelantada que ella en ese tema y con una forma de entender la vida radicalmente opuesta a la de la joven. Poco a poco se va enamorando, o mejor dicho, se enamora de la idea de enamorarse, mientras que la realidad es que Alberto no da señales de sentir por ella más que un profundo cariño. Sin embargo, las cosas cambiarán cuando fallezca su madre y se quede solo.
Con un lenguaje sencillo, desprovisto casi de signos de puntuación, la historia nos atrapa desde las primeras páginas, pese a conocer el final. Desde el principio intuimos que la infelicidad va a estar presente casi desde el principio de la relación de pareja. El concepto idealizado del amor y del matrimonio de ella, que deja su trabajo y todo por él, choca trágicamente con la realidad de un hombre enamorado de otra mujer, hastiado, incomprensible y cobarde en muchos aspectos. 
Asistimos a un relato duro, descarnado y conmovedor de la protagonista, cuyo apego y conformismo despierta nuestra indignación o la compasión según el momento. Una mujer, como dice Italo Calvino en el prólogo, presa del tedio que no consigue encontrar –que no consigue ni siquiera buscar– la razón de su vida.
 Este título me ha recordado en muchos aspectos a Carta de una desconocida de Zweig. En poco más de cien páginas Ginzburg nos remueve con la historia de una mujer desilusionada y desesperada para la que ni la vida ni el amor han resultado ser lo que esperaba. Una lectura que, os aseguro, no deja indiferente.

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