Hermosas perdices rojas se refugian de los tiros cerca de áreas habitadas
Javier Rico
A puntito de cerrar 2018 y de una nueva ruta con familias nos fuimos hacia la Zona de Especial Protección para las Aves de las Estepas Cerealistas de los Ríos Jarama y Henares. ¿A que suena muy rimbombante y como que queda lejos? Pues no, solo uno de los pueblos que está dentro de sus límites, Daganzo de Arriba, tienes dos colegios y un instituto también en su interior. Desgraciadamente fuimos en época de caza. Nada de avutardas y sisones. Pero sí muchas perdices al amparo de zonas habitadas para evitar los tiros. Bueno, y milanos, ratoneros, trigueros, herrerillos, gallinetas…
Como siempre, escogimos un lugar muy céntrico, dentro del pueblo de Daganzo de Arriba, para iniciar nuestra ruta y así demostrar que al lado de casas, coles, bares y polideportivos las aves se dejan notar. La elección fue el arroyo del Monte, no se sabe muy bien si tributario de otro arroyo (Torote) o del río Henares, porque desgraciadamente se difumina su cauce (como el de tantos otros) al llegar a una carretera (radial R2) y un aeropuerto (base aérea de Torrejón de Ardoz).
Desde este punto decidimos remontar el arroyo por un paseo fluvial adornado de álamos. El cauce está alterado por invasiones, retenciones y encauzamientos, pero aún así deja ver y oír a clásicos de la vida acuática, como el ánade azulón, la gallineta común, las lavanderas blancas y cascadeñas y el ruiseñor bastardo.
Comienzo de la ruta a través del arroyo del Monte. No se ven, pero nos saludan gallinetas, mirlos y ruiseñores.
Ahora también es momento de grandes concentraciones de fringílidos, con lo cual durante el recorrido nos asaltan (y les asaltamos con nuestra presencia) bulliciosos bandos de pardillos, verdecillos, jilgueros y pinzones. Justo al lado del colegio Ángel Berzal Fernández realizamos algunos de los mejores avistamientos, ya que las aves referidas suelen bajar a beber y asearse dentro del cauce. No lucen sus más lustrosas libreas primaverales, pero aún así da mucho gusto verlos.
A partir de este cole, nueva invasión del cauce (público para más señas) que nos obliga a dar un pequeño rodeo que afortunadamente no deja de llenarse con vuelos, poses y reclamos de tórtolas turcas, mirlos comunes y petirrojos. Por no hablar del descoloque que nos provocan los cantos imitadores de los estorninos negros, que lo mismo te suenan a verderón que a carboneros.
Al fondo un cole, en el cauce pardillos, lavanderas, gorriones, verdecillos, tórtolas, mirlos…
A estos últimos es muy fácil verlos ahora, tanto al carbonero común como al garrapinos, e incluso a sus parientes el herrerillo común y el mito, ya que los álamos blancos deshojados permiten contemplar mejor sus andanzas acrobáticas entre las ramas. A veces se les unen mosquiteros comunes.
A punto de salir hacia una pista asfaltada y algunas granjas (nueva invasión del cauce) lo de “zona de especial protección para las aves” toma sentido viendo los vuelos continuos de milanos reales y busardos ratoneros sobre los campos de cereales y cerros “manchados” de vegetación. En el suelo las perdices rojas y en las zarzas los trigueros y los gorriones molineros completan la escena ornitológica.
Vimos milanos reales tanto en vuelo como posados en edificaciones y tendidos eléctricos
Ya solo hasta aquí, cualquier escolar del colegio mencionado, además del Salvador de Madariaga y del instituto Miguel de Cervantes, seguro que se habrían sorprendido de la variedad de aves que duermen cerca de ellos y de ellas, a los que se añaden los que seguro conocen de sobra: gorriones comunes y palomas domésticas y torcaces.
Estuvimos hasta el parque María Marzol, muy mal comunicado para llegar hasta él andando o en bicicleta, especialmente con peques, al no contar la pista asfaltada (llamémosle carretera) con una anchura o carril que permita transitar con seguridad.
Esta vez no dimos con el buitre negro, pero es un habitual de estos lares en busca de conejos muertos
Pero también para pararte a ver con seguridad y completo deleite a las perdices rojas, huyendo de los tiros y ojo y oído avizores mientras picotean incesantemente entre la estepa cerealista. O a buitres negros, águilas imperiales, aguiluchos laguneros, avutardas, gorriones chillones, cigüeñas negras… Esta vez no las vimos, pero en otras ocasiones se dejan caer por aquí, que para eso es zona de especial protección para ellas.
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