Después el regreso, la nostalgia y finalmente el recuerdo melancólico de los días felices.
Me traje algunas fotos, aromas imborrables y un disco de música que hacía sonar a menudo.
Nunca creí poder volver a verla y me resigné al recuerdo, a alguna fotografía esporádica y a unas pocas canciones.
Y contra toda esperanza, este verano volví. Fue una vuelta inquieta. Tal vez habían pasado demasiados años, quizá ya no fuese como entonces. Quizá los recuerdos la habían idealizado, y no fuese tan sorprendente, ni tan hermosa, ni tan alta, ni su agua tan turquesa…..
Pero al anochecer en el barco de ida, cuando las montañas oscuras e inmensas van a morir a Capicorsu, ví encenderse el faro y supe que no había perdido ni un ápice de belleza.
Y supe por qué hacía diez años le había entregado mi corazón a Córcega, y por qué no la había olvidado.
Capicorsu, el punto más septentrional de la isla, al anochecer, desde el mar.
I Forchi di Bavedda desde las playas de A Ghisunaccia en la costa este de Corsica
Acantilados y ciudadela de Bunifaziu en el extremo sur de Corsica, justo frente a Cerceña.
Maquis (formación arbustiva típica mediterránea), frente al mar. Al fondo Cerdeña.
De la poca fauna a la que pude dedicar un poco de tiempo, destacaba la abundancia de odonatos
Alto valle de la Restonica, uno de los valles más espectaculares de los múltiples que tiene la isla desde el espinazo central hasta las zonas bajas e incluso la costa. Tiene un impresionante modelado glaciar que deja agujas graníticas solitarias y unos desniveles para el senderismo de casi mil metros en 4 km.
En la foto el Lombarduccio.
El lagu Melu, uno de los siete que se formaron en la cabecera de la Restonica tras la retirada de los glaciares. Muy cerca, por los puertos superiores pasa el famoso GR-20 que atraviesa las cumbres de Corsica de norte a sur en unas quince etapas.