Y me hará una oferta que no podré rechazar

Por Spanierin

Pongámosle banda sonora a esta historia:

La mañana de hoy se levantó con frío. Ha dejado de nevar, pero cuando el sol no nos ilumina le echamos de menos.

Hallábame yo en este contexto comprobando alegremente si necesitaba sobrecitos de té en el bar cuando mi jefa se ha acercado sigilosamente a mí. Se ha dirigido a mi persona hablándome de usted (algo que no hace más que cuando desea darle un toque dramático a su discurso) y, tras una ligera divagación en la conversación, ha venido a decirme lo siguiente: que sería una lástima que acepte otro trabajo que pueda ser peor que el que tengo actualmente; que aquí ya me conocen y les conozco a todos; que si tal vez podría imaginarme a mí misma prolongando mi contrato aquí... y tal vez alternando mis funciones en el restaurante con las labores que se desempeñan habitualmente en la recepción... que lo hablará con su hijo... que yo me lo piense...

Todo ello, para averiguar pocas horas después que su hijo (mi jefe directo) no contempla la posibilidad de dichas mezclas y que total, si ya estoy en el restaurante, mejor que me quede allí. Si es que me quedo, evidentemente.

Es complicado para los hoteles organizar al personal cuando se acerca el final de cada temporada. Hay quienes saben a ciencia cierta que se quieren quedar, hay quienes renuncian a acabar su contrato y se marchan antes de tiempo, hay quienes no se plantean siquiera qué hacer cuando llegue el último día de trabajo... Y los jefes tienen que tener en cuenta cada una de las circunstancias personales y las peticiones de cada uno... y buscar personal nuevo como locos, o tratar de conservar a aquellos que ya conocen de la mejor manera posible.

Sea como sea, si mi búsqueda particular de trabajo en Salzburgo no da sus frutos... ya tengo un plan B. Algo es algo.