Y mientras aquí parecía que se iniciaba una revolución, como si la sociedad hubiera despertado de un letargo que nadie entendía pese a tanta cafeína inyectada en vena a cada titular, a cada anuncio, a cada bomba, a cada dato del Instituto Nacional de Estadística (INE), mientras tanto… todo seguía igual ahí fuera.
Ahora que los acampados de Sol han empezado a limpiar las persianas de los comercios de la plaza y a borrar sus huellas, las cenizas vuelven a enturbiar el aire de Europa, y con ellas vuelven los recortes que se habían quedado pendientes para después de las elecciones, para no asustar aún más a la población, las rebajas, las puertas al campo. Los poderosos se han mantenido en sus puestos como si no hubiera ido con ellos, mirando a otro lado o quizá a otro tiempo, y los que nunca se fueron en espíritu ostentan ahora el poder local y autonómico. Ellos sí han conseguido tomar la Bastilla. No hemos soplado suficientemente fuerte para despejar la atmósfera y las dudas, las sombras que amenazan con tiznar Europa de un gris pegajoso que va a ser difícil de quitar, más que las pintadas de los comercios de Sol.