Y necesitamos finales, no podemos evitarlo. Necesitamos puntos y seguido, uvas con deseos que sabemos de sobra que no se cumplirán y promesas que no durarán ni 20 minutos en práctica. El solo deseo de aferrarnos a una esperanza, a una ilusión por remota que sea ya nos hace algo más felices y por ello merece de sobremanera la pena.
Apenas tengo fuerzas para brindar hoy: ha sido un año realmente cansado, sin tregua; de esos que no sabes si borrarlos de tu vida o si, por el contrario, debes abrazarlo con una fuerza desmedida para que no se te olvide nunca. Aún no lo tengo decidido, al menos no por ahora.
Pero lo que sí sé es que necesito con todas mis ganas decirle adiós a este año y comenzar otro nuevo, otro capítulo de esos largos y sin anuncios; de esos que estás deseando darle al play cuando no hay nadie en casa y solo estáis tú y el ordenador o la tele en HD o cualquier cosa que te haga secretamente e infantilmente feliz.
Así veo yo el 2014, y no veo el momento en el que empiece. Felices finales de año, feliz próximo capítulo.