La New Horizons, que así se llama la nave de la NASA, ha sobrevolado recientemente Arrokoth, un asteroide gélido y rojizo, formado por dos grandes esferas irregulares unidas por un estrecho cuello, y que anteriormente se conocía como Ultima Thule. La sonda “rozó” ese extraño objeto sideral al pasar sólo a 3.500 kilómetros de su superficie, distancia suficiente para que las cámaras y demás instrumentos de la nave pudieran fotografiarlo y hacer otros estudios más detallados que desde la Tierra. El asteroide es tan pequeño que tiene una fuerza de gravedad muy leve, unas mil veces menor que la de la Tierra. Su superficie es lisa y presenta pocos cráteres por impacto, por lo que los científicos creen que esta “roca” ha debido permanecer tal y como se formó en sus inicios, lo que podría aportar información sobre cómo se formaron los planetas y el propio Sistema Solar. Su color rojizo señala la presencia de compuestos orgánicos, como el metanol, lo que explica la detección de hielo de metano, pero no de agua. Dada su distancia del Sol, es un cuerpo sumamente frío y con la particularidad de que describe una órbita circular, no elíptica como la de otros objetos del cinturón de Kuiper, lo que indica que no se ve afectada por la de ningún planeta. Todo ello convierte a Arrokoth en una especie de cápsula del tiempo con la composición original del Sistema Solar. De ahí el interés que despierta ese peñasco en los confines del Sistema Solar.
…y, otra, hacia los confines del Sistema Solar
Publicado el 16 febrero 2020 por Daniel Guerrero BonetLa New Horizons, que así se llama la nave de la NASA, ha sobrevolado recientemente Arrokoth, un asteroide gélido y rojizo, formado por dos grandes esferas irregulares unidas por un estrecho cuello, y que anteriormente se conocía como Ultima Thule. La sonda “rozó” ese extraño objeto sideral al pasar sólo a 3.500 kilómetros de su superficie, distancia suficiente para que las cámaras y demás instrumentos de la nave pudieran fotografiarlo y hacer otros estudios más detallados que desde la Tierra. El asteroide es tan pequeño que tiene una fuerza de gravedad muy leve, unas mil veces menor que la de la Tierra. Su superficie es lisa y presenta pocos cráteres por impacto, por lo que los científicos creen que esta “roca” ha debido permanecer tal y como se formó en sus inicios, lo que podría aportar información sobre cómo se formaron los planetas y el propio Sistema Solar. Su color rojizo señala la presencia de compuestos orgánicos, como el metanol, lo que explica la detección de hielo de metano, pero no de agua. Dada su distancia del Sol, es un cuerpo sumamente frío y con la particularidad de que describe una órbita circular, no elíptica como la de otros objetos del cinturón de Kuiper, lo que indica que no se ve afectada por la de ningún planeta. Todo ello convierte a Arrokoth en una especie de cápsula del tiempo con la composición original del Sistema Solar. De ahí el interés que despierta ese peñasco en los confines del Sistema Solar.