Comprar sin necesitar y gastar sin pensar: dos trampas de la modernidad
Ejemplificando, lo que actualmente le está sucediendo a la clase media en Venezuela, no es una situación exclusiva de nuestro país: las convulsiones sufridas por este renglón de vida de nuestra sociedad le ocurren a todas las clases medias de todos los países del planeta.
Usted podrá pensar: ¿pero cómo es posible eso? ¡Si yo fui a tal o cual país y las cosas no son como aquí en Venezuela! Bueno, haciendo abstracción de las singularidades que pueden caracterizar nuestra situación actual, debemos comprender que más allá de reducirse solamente, la clase media en toda sociedad vive en un continuo proceso de expansión y contracción consecuente con las fluctuaciones de la economía y con los cambios políticos, entre otras cosas.
Hablando de esta variedad social es necesario comprender que por estar la clase media en una condición tan dinámica (está haciendo cosas que varían desde mantenerse lejos de la pobreza hasta como luchar para subir a la clase alta) se pueden presentar ciertos espejismos que pudieran obnubilar el sendero hacia el éxito y bienestar legítimos.
La economía mundial actual ha resultado en una reducción del poder adquisitivo de la clase media, lo cual probablemente repercutirá en un tipo de consumo que potenciará las propuestas llamadas low cost y las marcas blandas dejando sólo uno o dos ámbitos en los que cada consumidor estará dispuesto a pagar más a cambio de cierto valor Premium. Pero esto está difícil: Consumimos más de los que fisiológicamente necesitamos quizás para llenar vacíos espirituales. Esta es la primera trampa: comprar sin necesitar. Y a veces, sabiendo que no debemos consumir, gastamos lo que es recurso vital del cuerpo para satisfacer nuevamente a ese espíritu, y he aquí la segunda trampa: gastar sobre la única base del deseo y no de la razón. ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? Son preguntas demasiado complejas, así que mientras buscamos respuestas nos entretenemos comprando cosas. Es difícil determinar dónde acaba el consumo y empieza el consumismo. El consumo es crítico para toda sociedad. El consumismo, sin embargo, trae efectos perjudiciales que pueden incluso significar el fin de esa sociedad. El consumismo es consumo como finalidad y no como medio.
Debemos limpiar nuestro espíritu de esas dependencias falsas a lo material. Son esas trampas de la falsa necesidad, las que, céntimo a céntimo, nos alejan de nuestra tranquilidad y sosiego económico y, por lo tanto, de nuestra tranquilidad espiritual.