Y que se disuelven los Estados Unidos de Tara (y yo lloro…)

Publicado el 02 julio 2011 por Antara_adachi
Este blog lo hemos llevado durante dos años un grupo de editores que ya ustedes conocen: Antara la fanática, Antara la melodramática, Antara la histérica, Antara la que ha estudiado cine y tv y escribe sus propios productos audiovisuales, Antara la que analiza todo hasta la médula, Antara la loca por las mujeres y Antara la echada en la cama sin mayor criterio. Por eso no se me ocurre un momento y un post mejor para invitar a un alter-blogger a este espacio, que hasta ahora sólo tuvo cabida para los United States of Antara.
Tengo el honor de recibir en este blog a mi gran amiga mexicana Estefanía Vela
(a.k.a. Sambuka), con quien mi vida ha tenido el placer de cruzarse hace un año casi exacto trayendo un montón de cosas buenas, conocimiento, diversión, posmodernidad y metatextualidad. Yo la admiro, respeto y quiero, y ahora ustedes podrán conocerla y conocer sus ideas, tanto en El arenero conceptual, como en sus Dirty little things o su twitter (@samnbk), pero este blog abre sus puertas para cuando ella quiera hablar exclusivamente de series de televisión o de cine, porque lo hace con el estilo, la frescura y la profundidad que siempre quise para estas páginas. 
Los dejo con su post sobre esa increíble serie que es United States of Tara. Espero que disfruten de su lectura tanto como yo la he disfrutado y que le den la bienvenida en los comentarios, como me la dieron a mí hace ya más de dos años.

Y que se disuelven los Estados Unidos de Tara (y yo lloro…)Por: @samnbk


Amé esta tercera y última temporada de United States of Tara. Me provocó de todo: risas, llanto, miedo, enojo, duda, me dio esperanza y me la arrancó a ratos también. Qué temporada. Qué episodios. Qué inicio, qué desarrollo, qué final. Y tengo mucho que decir al respecto. Así que empiezo.
Supongo que aquí es donde digo que en este post encontrarán spoilers de toda la serie. Y los que no la han visto dejan de leer. (Si no la han visto, seriamente, váyanla a ver.)


It’s funny, but…

Aunque en las temporadas pasadas habíamos visto que el desorden de Tara traía consecuencias terribles para ella y su familia, creo que fue hasta esta temporada en la que se abordó, realmente, la locura que implica su enfermedad. No sé cómo explicarlo, pero siento que hasta esta temporada el chiste quedó de lado y vimos a los alters por lo que son. No sé si sea mi percepción, pero en la primera y segunda temporada, Buck, Alice y T. eran entretenimiento. Me intrigaba más ver los límites de Toni Collette que la historia en sí misma. Me importaba más ver la transición de uno a otro a otro, que la razón por la que aparecían y lo que realmente implicaban. Marshall lo dice: la tratamos como una excéntrica, cuando en realidad está loca. La temporada, me parece, hace este giro, junto con la familia.
Para empezar, el personaje del Psiquiatra me pareció fascinante. Es la primera vez que alguien con cierta legitimidad –por decirlo de cierta forma– cuestiona realmente el desorden de Tara. Comienza a verla a ella, más que a los alters: ¿por qué ella lo permite? ¿Por qué ella los necesita? ¿Por qué es incapaz de detenerlos? Más aún cuando llegan a límites inusitados: T. golpea a Kate y prácticamente atropella a Charmaine, embarazada. Al final, Bryce envenena al psiquiatra y golpea, también, a Marshall. Y, por primera vez, el no fui yo ya no es suficiente. Lo dice Marshall: No, no es ella; pero ella lo permite.
Siento que el cambio en el tratamiento de los alters fue sutil, como lo es en la vida real. Muchas tragedias, muchos breakdowns no empiezan de manera tan trágica. Va escalando, poco a poco. Una pelea, un arranque, una borrachera, una puesta de cuerno. Pero día con día, episodio neurótico tras episodio neurótico, resulta ya incontenible, innegable, incontrolable.
It’s tragic, but…
A la vez, conforme los episodios llegan al fondo oscuro –oscurísimo– del personaje de Tara Gregson, hacen burla constante de la tragedia. La serie es un gran y constante shit happens and that’s ok. Con dolor lo dice Marshall en el museo: estamos frente a una situación de llorar o reír. Y yo prefiero reír. La escena en la que culmina todo esto es cuando Max explota –finalmente– en la última cena. Juegan, a lo largo de ese episodio, con sus breakdowns; pero cuando ultimadamente se desmonora y pierde la cordura, la respuesta que recibe es un gran: Amén. Amé esta escena. Lo amé a él golpeando al pavo, volteando a ver al cielo, acusando a Dios de ser tan cruel y rogándole que pase a molestar a alguien más. El dilema de los ateos posmodernos: ahí acabamos, golpeando una mesa, aventando los ejotes –¿o espárragos?– y maldiciendo al que no existe. Y todo está bien.
Ahora, mi parte favorita, favorita, favorita de toda la temporada tiene que ver con el tema de la familia. Con Max, con Max y Tara como padres, con los Gregson como familia. Aquí es donde más me tardaré porque son tantas las reflexiones que me han provocado.
Max Does Good
La importancia de Max en la vida de Tara jamás fue puesta en duda. Sin embargo, creo que es en esta temporada en donde la cámara voltea con él y lo cuestiona. Tara está loca, sí. ¿Pero él? ¿Qué podemos decir de este hombre que voluntariamente eligió estar con ella? ¿Que desde que era un joven universitario hasta ahora la ha elegido y la sigue eligiendo? Es bellísimo. El tema de la codependencia. Y la respuesta de él: es que la amo.
Y el cuestionamiento del hijo. El episodio en el que Marshall y su nuevo novio comienzan a armar su cortometraje me pareció hermoso. Cómo va investigando la relación de sus padres. Cómo va hilando las piezas hasta que llega a una conclusión: lo interesante aquí no es ella, sino él. Tal cual lo plantea en la pieza terminada. Que es la respuesta a Max: tú dices que la amas, pero es que también eso es una locura. Y, surge, entonces, la pregunta: la terrible, culera, cruel pregunta que surge en muchas relaciones. ¿Me estoy justificando? ¿Tengo miedos? ¿Es amor? ¿Cuáles son mis fantasmas? ¿Cuáles son mis traumas? En la segunda temporada lo habían planteado, pero no ahondaron en ello, cuando Tara le dice a Max que Shoshana (qué tal) dice que lo único que los mantiene juntos es la enfermedad de Tara.
Sólo que acá, el cuestionamiento viene del hijo. No de algún psiquiatra, no de Charmaine, no de Tara, no del mismo Max, sino de Marshall. Porque eso es algo que amo de esta serie: está Tara, está Max, está la pareja, pero siempre están los hijos. La mirada intrusa que ya no deja que la pareja haga sus locuras. La mirada que los vigila y los cuestiona. Frente a quienes se tienen que justificar. Frente a quienes se tienen que mejorar. Frente a quienes se tienen que desnudar. De quienes son responsables.
Seriously?

Y ese fue el otro gran, gran tema que no habían tocado en la serie y que tenían qué: ¿por qué diablos Max y Tara tuvieron hijos? ¿Por qué no abortaron cuando se embarazó de Kate? Y, no sólo eso, ¿por qué decidieron tener a Marshall? Es impresionante la escena en la que Marshall confronta a Max. Y más aún lo es la reacción de Max: en diecinueve años realmente no se había cuestionado la decisión. Sí, sabía que Tara estaba loca pero… No logra completar la frase. Su única réplica es que sus hijos, al final, fueron lo mejor que pudo haber hecho. (Ay, el último episodio, cuando Marshall le dice a Tara que no deje que le quiten her best parts en el manicomio y ella le replica que él y su hermana son sus best parts, qué cosa…) 
Me conmovió demasiado esta escena. Revela cuán estúpidos tienden a ser los padres cuando se convierten en padres. Cómo no tienen la más remota idea de qué hacen, ni de por qué lo hacen. Max aparece como ese muchachuelo, más preocupado por su banda de rock que por cualquier otra cosa. Estúpido, inconsciente: sin percatarse de que está trayendo al mundo a alguien más. Pero en la escena, Max también es este padre, este esposo, este hombre que ha logrado construir una gran casa, que ama a su esposa, que ama y apoya a sus hijos. Y es que esa es la contradicción o paradoja o no sé cómo llamarlo de la parentalidad que demuestra esta serie. No había razón para tenerlos, pero mírenlos ahora. Que es la historia de Charmaine y Neil. Que es la historia, seguramente, de todos. Lo hermoso que puede resultar a ser un error. El gran romance que puede surgir de un fling idiota. La bella familia que puede resultar de un amorío universitario.
Pero, también, lo injusto que es todo. Porque lo es. Porque por más que de forma posterior resulte que todo está bien –o que no está tan mal–, sigue sin haber respuesta para el primer interrogante: ¿por qué? Por esta razón también amé la escena en la que Max explota en la cena. Cuando reconoce que sus hijos, que no le han hecho nada a nadie, han sufrido todo esto. No lo piden y les toca. Una madre loca, un padre necio, una familia disfuncional.
Pero es increíble cómo, a la vez, incluso como hijo llega un punto en donde uno sí puede elegir. Crece y ya la familia no es simplemente una cadena, sino una elección también. Elección, admito, acotadísima; casi inexistente, pero elección al fin. La familia es destino, pero también es libertad. La familia se impone, pero también es voluntad. Aquí es cuando Kate habla con Evan y le dice que, aunque quiere irse a vivir con él, es momento de que apoye a su hermano. Amo esta y-griega en la vida de este personaje; o más que disyuntiva, la decisión que tenemos que tomar siempre entre lo que éramos y queremos ser. Que es, en el sentido más literal, lo que somos: Kate es esta que está con su novio y planea un futuro con él, pero regresa a ayudar a su hermano. No queda más que hacer eco de la respuesta de Evan: te amo por ello.
El significado de la familia, al interior de esta serie, creo, se pudo ver también al final de la segunda temporada. Que es uno de mis momentos favoritos también. Charmaine se queda plantada en el altar. En su mente: se queda atada y abandonada con su familia, llena de locos. Pero esa familia –Max, Tara, Marshall y Kate– es también amor. Bailan, al final. Se quieren, al final. Se apoyan, al final. 

The ghosts of the past… 

Vemos, en el último episodio, que Tara logra matar a Bryce. Bryce, a su vez, había matado a todos los alters, por lo que podemos decir que, por primera vez, queda solamente Tara. Ya es ella. Solo una. Un punto que amé es que es aquí cuando ya buscan la ayuda profesional fuera de Kansas (que, en la serie, claramente, se maneja como: ya buscan la ayuda de verdad). Lo que interpreto de la siguiente forma: lo que logra Tara no es vencer sus demonios, en el sentido total o último del término. Lo que Tara logra es querer vencer sus demonios.
Es como cuando el drogadicto decide internarse a rehabilitación: es la culminación de un largo y dolorosísimo proceso, pero a la vez, es sólo el inicio. Y el hecho de que Buck, Alice y T. aparezcan al final, creo, es lo que me comprueban esto de la vida de Tara. Ellos la acompañarán siempre, aunque sea en la forma de fantasmas, de cicatrices (de hecho, aparecen casi como fantasmas cicatrizados). No importa qué haga ella, no logrará desprenderse de ellos. There’s a long, long road ahead. Pero ello no significa que no haya esperanza. Que no se pueda mirar al futuro de frente. Y sonreírle directamente. Como Tara.
Porque esa es la otra: uno nunca está solo. Por más que quiera, nunca lo está. Siempre están los hijos, las esposas, las madres, las hermanas, las amigas. Pero uno también siempre está solo. Al final, es la vida propia, la locura propia, el miedo propio, la esperanza propia. Los últimos minutos de la serie demuestran eso: Tara es su familia, Tara es sus alters, Tara es Max, pero Tara es ella. Sonriéndole al futuro. There’s hope.

P.D.
Sin tanto análisis, quiero nada más mencionar de mis momentos favoritos de esta temporada: 
- El episodio en el que los alters y Tara firman el contrato. Cuando están todos –Buck, Alice, Shoshana, T., Gimme y Chicken– reunidos y negociando. Cuando Tara dice: “I am dissolving the United States of Tara and declaring myself king”. Fue una de-li-cia este episodio.
- Cuando Marshall y Kate están en un campo, recargados uno en la espalda de la otra y platican como hermanos. Él le dice que la admira porque no tiene miedo y hace lo que quiere; y que él se siente atrapado. Ella le dice: Of course you’re stuck. You’re the glue. La relación entre ellos me parece de lo más hermoso que hay en la serie. Me conmueve demasiado.
- La escena en la que Tara y Marshall discuten sobre la relación entre éste y Lionel. Y ella le cuenta que, como madre, es raro ver que alguien vea a su hijo de la misma forma en la que ella lo ve. Y que así era como Lionel lo veía a él. Casi rompe mi corazón.
- Cuando Kate va con Evan y dice que ya está harta de escudarse en los problemas de su madre para no vivir. Y que tener problemas propios es un fucking human right. Y que ella quiere que él sea su problema. Dios. De las escenas románticas de chicos clase media de padres neuróticos más lindas de la historia. (Tener mis propios problemas es un derecho humano, ¡qué puntada!)
De seguro hay más, pero tengo que parar. 
* Suspira y continúa con su vida y sus fantasmas *
¿Y tú qué piensas? Déjame un comentario en el blog.