... Cuatro días después de aquello, debería estar pensando "mañana antes de las 11:00 recoger la Compostela, para que me nencionen en la misa del Peregrino", "esta noche en el Monte do Gozo", "ánimo ya no queda nada". Pero no. L
Pero no paraba de llover, algo menos fuerte, aunque persistente. Tenía el pantalón mojado de antes, pero al sentarme en el poyete terminé de empaparme. Encendí un merecido cigarrito y me dispuse a disfrutar un rato de mi rincón. Había pasado cerca de una hora, cuando vi acercarse por mi izquierda, por el camino, un peregrino, con su capa impermeable a los cuatro vientos, y tan empapado como yo. No distinguía su rostro, pero si vi unas polainas igual que las mías.
-¡No me lo puedo creer! ¡Juan!, pero ¿cómo es posible?
-Ya ves, ferrolano, tuve que hacer unas cosas en Coruña, cosas del paro, ya sabes, y he perdido un día, pero ¿y tú?
-Seamos prácticos Juan, que parte de tu cuerpo tienes todavía seca?
-Ahí tienes razón, eso es resignación.
Sin más palabras, de repente tiende su mano hacia mí, yo se la estrecho fuertemente y a mano llena, como hacen los confiados y generosos, él responde con el mismo movimiento, y dice "Ha sido un placer para mi haberte conocido, amigo". ¡Y se fué!. Nada más, ni una palabra, se giró y partió. Sin salir de mi asombro, le dije:
-Buen Camino Amigo.
Giró levemente la cabeza, hizo una mueca de media sonrisa sin apenas mover su bigote negro, levantó su bordón hasta la altura de la rodilla y no dijo nada. Se fué. No le perdí de vista mientras subía la cuesta, con paso lento pero acompasado, golpeando la senda con su bordón cada cuatro pasos, con el movimiento automático que solo sabe hacer un peregrino de reserva, añejo, experimentado.
Recogí mi botella de agua, la cámara de fotos, la Mochila el sombrero y el bordón, y salí detrás de él. No tardé más de dos minutos en subir la cuesta. Cuando llegué arriba, tenía delante de mí diez minutos de camino solitario, despejado y húmedo, y Juan no estaba a la vista. ¿Habrá cogido un coche?, ¿o un bus?, andando imposible, le tendría que ver... Ahora solo deseaba secarme y tomar algo en San Paio.
El asunto me sacó de mis pensamientos durante un rato, pero pronto volvieron a pesar más que la mochila, más que el agua y más que el Camino...
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