No llovía apenas ya, el viento cesó de repente, se hizo un silencio que me hizo parar, en mitad de la carretera, sólo oía mi respiración, mejor dicho, mi jadeo y un golpeteo rítmico en las sienes que no podía ser otra cosa que la sangre subiendo a presión. El silencio, otra vez el zumbido sordo del silencio.
Recuperado el aliento seguí subiendo, atravesé la localidad de San Marcos y enfilé el tramo que me dejaba en la ermita del santo que le da nombre, justo antes de entrar en el Monte do Gozo; a la vista está ya el monumento que conmemora la visita del papa Juan Pablo II.
Mañana he quedado temprano con mi Olga en la estación de autobuses, el bus de Madrid llega pronto y no se suele retrasar. Estos últimos días han sido duros, sobre todo por no poder compartirlos con nadie que no estubiera al otro lado del auricular. Ahora llegaba ella y su simple presencia me conforta, y hablar del tema nos ayudará, aunque después de 33 años juntos nos dice más una mirada o un gesto que todas las palabras que podamos decir. Pensamos recoger la Compostela, ir a la misa del peregrino y hacer las visitas obligadas a la ciudad. Sobre todo a mi amigo Santiago, el socarrón. Hemos quedado con mi hermana Rosalía el domingo por la mañana para ir por fin al hospital donde duerme Criss y no duermen los que la quieren....